jueves, 20 de julio de 2017

El campeonato de fut para chiquitos



Me encontraba en la esquina, justo donde se encuentra el árbol de don Mario, miraba para un lado y luego para el otro, nadie, la calle vacía, yo me preguntaba; ¿dónde podrían estar todos?, ya me había aburrido pues no había nada que hacer, por la fecha de esta historia yo rondaba los trece años. También recuerdo que por esos días la televisión iniciaba su programación en un horario adecuado para no quitar a la niñez su tiempo de juegos y tareas, la programación estaba muy bien clasificada, daba inicio a eso de pasado el medio día, y su transmisión durante toda la tarde era familiar, caricaturas, etc., hasta entrada la noche, después de las nueve de la noche la programación cambiaba para adultos, pues, para esas horas los niños y adolescentes ya estábamos en el segundo sueño y al decir programas para adultos, me refiero a programas los cuales no tenían sexo, ni violencia extrema, mucho menos implícita, a diferencia de hoy que en horarios matutinos ya se encuentran en algunas emisoras programas que conducen a la niñez y juventud por caminos que hoy aun ingenuamente nos preguntamos, ¿por qué tanta violencia, por qué niñas embarazadas, por qué niños insolentes en casa y la escuela? 
Pero cómo no, si en la sala de nuestro hogar vemos escenas de sexo, balazos, peleas... Por dar uno de mil ejemplos, diré esto: "... Hace como un mes que no co... (piii) Ya se me hace agua ahí abajo, pero hoy no pasa sin que me co... (piii) al fulano. Yo le voy a dar una buena ma... (piii) al mengano pues, le llevo ganas... Pero bueno esta es otra historia.

Ahí seguía yo, sentado y sudando pues, hacía calor y eso que estaba a la sombra del árbol de don Mario, en eso, cuando estaba por entrarme, apareció Henrushito, son su pelota de plástico bajo el brazo.

_Hola, ¿qué haces?
Me dijo el niño de seis años.
_Nada, echando hueva nada más.
_¿No quieres jugar a la pelota conmigo?
_Qué hueva Henrushito.
_Sí, juguemos, por fa.
_Bueno, esta bien, anda para allá y te la patearé.

Henrushito corrió emocionado hasta donde le indiqué, me puse de pié con mucha pereza y patee la pelota, Henrushito se lució con la atajada, yo dije: es bueno el Henrushito. Cuando vine a darme cuenta Henrushito y yo nos encontrábamos jugando al fútbol, es decir, él me atacaba y yo lo driblaba.

_Descansemos un rato amiguito. Le dije, pues, me había cansado, pero mi pequeño amigo estaba con las baterías aún cargadas y quería más.
_Sabes Henrushito, eres bueno para la jugada, ¿no te gustaría que te entrenara?
_¿Entrenar? Dijo con la extrañeza en la cara.
_Sí, que aprendas técnicas para ser un buen futbolista y así cuando juegues en la escuela serás el mejor.
_Bueno, enséñame entonces.

Nos levantamos y dio inicio el entrenamiento, yo le enseñaba el manejo de la pelota, como debía de patearla, en fin, yo era todo un profe entrenando a su pupilo. En eso apareció Julio

_¿Qué hacen?
_Me está entrenando. Dijo Henrushito muy orgulloso y la verdad que tenía talento el niño, pues aprendía rápido el arte de dominar el esférico.
_¿Entrenar? Dijo Julio, como pensando y esa mulada que contiene.

Para el termino de una semana, ya tenía a un jugador de las grandes ligas, Henrushito era muy bueno, a veces me hacía unas buenas bailadas. Jejeje. Entonces pensé.
Haré un torneo de fútbol. Un hermano mayor y su hermano menor, aunque Henrushito no era mi hermano, pero la mayoría de los muchachos del barrio si tenían uno y seguro ellos jugarían de pareja con sus hermanitos, pero lo que estos no sabían era que para ahora yo tenia en mis manos a un campeón. Además pensé, que sería bueno que el campeonato tuviera un premio, así que se me ocurrió, que todos los que desearan participar en aquel torneo pagaran cinco céntimos y el campeón se quedaría con el pozo acumulado.

Don Mario fue testigo del arduo entrenamiento, él se veía feliz viendo como Henrushito había avanzado en el arte del fútbol. 
Entonces hice la convocatoria, les expliqué en que consistía el torneo y todos se entusiasmaron tanto que estuvieron de acuerdo, se formaron los equipos, los cuales comprendían de un adolescente y a su hermano peque, o en mi caso, un amiguito que no tenía hermano mayor y otro que no tendría hermano menor. Nuestros padres también se entusiasmaron, pues la idea era buena para acercar a los hermanos de diferentes edades. 

Don Mario nos ofreció hacer las porterías con una madera vieja que estaba por tirar a la basura y don Arístides, quien pasaba por donde don Mario le hacía de carpintero, al verlo se detuvo y le pregunta.

_¿Qué hace vecino?
_Hola vecino, ¿qué no se ha enterado del campeonato?
_No.
_Pues va estar entretenido, una iniciativa de los muchachos. Le comento en qué consiste...
_Ah, qué bonito, mire yo iba a tirar esto, pero creo que nos serviría como red de las porterías que esta haciendo. ¿Puedo ayudarlo?
_Claro don Arístides. ¿Ya ve cómo nos unen estas actividades?

_Sin duda don Mario, estará divertido el torneo. ¿Y cuando empieza?
_Cuando terminemos estas porterías amigo.
_Vale.

Lo que nadie sabía, era que yo iba un paso a delante del resto, bueno, siempre me ha gustado ver un poco más adelante, para conocer las consecuencias de lo que podría venir y yo ya me traía entre manos un beneficio, quedarme con el pozo, el acumulado de las inscripciones, hasta ya le tenía destino a ese dinerito.

El campeonato dio inicio, se llevó a cabo en la calle, nuestra calle, se cerró para evitar que pasara algún vehículo, algo que a nadie le importó, pues casi no habían autos por esa época en mi barrio, todos usábamos el servicio público, además, tener un carro era un lujo no una necesidad.

Una vez inaugurado el campeonato por nuestro entrañable amigo don Mario, quien habló muy bonito y de paso me felicitó por la iniciativa. 
De público; padres, hermanos y hermanas, primas y demás familia y claro, más de algún curioso que no tenía nada que hacer. 
Como era de esperar, los partidos eran para canturrearse de la risa, pues los chicos no tenían disciplina, no hacían más que patear la pelota y correr por detrás de ella, nosotros, los porteros, atajábamos hincados, si nos parábamos, estábamos descalificados, esa era una de las reglas del juego, además, los chicos solo podían patear a gol por detrás de una línea antes dibujada en el pavimento. Con los primeros niños casi no hubo goles, más bien hubo carcajadas. 

Nos llegó el turno a Henrushito y a mí, cuando este cogió la pelota entre sus pies, todos quedaron asombrados de ver la técnica y la manera de manejar el balón, era tan bueno que hasta a los porteros, mis amigos, los bailaba para meter unos golazos. 

Bueno, para no hacer cansada y larga la historia, era lógico que los campeones de aquel primer torneo fuimos Henrushito y yo. Ambos pasamos por nuestro dinero, yo le entregué a Henrushito un porcentaje de lo acumulado y el resto, me sirvió para compartirlo con alguien que me gustaba, con ella nos lo gastamos en helados y quizá una ida al cine.

Aquello fue todo un éxito, que a petición de los padres de familia, don Mario organizó el segundo de varios torneos, solo que para estos siguientes ,tanto padres como hermanos mayores entrenaron a los chicos y los siguientes torneos fueron más difíciles para Henrushito, pero todavía ganamos algunos ,mientras los demás niños no se ponían en forma, para entonces ya no ganamos muchos campeonatos. Yo dije.

Bueno, ya no se gana fácil el dinerito, tendré que pensar en otra actividad que me deje algunos céntimos. Pero esta es otra historia. 




Tomado del libro: "Historias de un Adolescente Tímido 2" por: Sergio Raga




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