sábado, 30 de diciembre de 2017

El Recreo


Para cuando entramos a estudiar la carrera de electrónica nos encontramos con nuevos amigos y compañeros, otros que llegaron del mismo lugar de estudios como mi caso nos juntamos para no sentir la soledad de cuando llegas a un lugar nuevo. Habían pasado ya varios meses, unos tres meses y para ahora todos ya eramos fraternos amigos, apodos y bromas y todas esas cosas de la camaradería entre estudiantes. Nos encontrábamos adormitados por el inclemente calor y por la aburrida clase impartida por nuestro instructor, hasta hoy no sé si era el tema o era él el que nos adormecía, Dany, con sus lentes oscuros Ray Ban era de los más atentos a la clase que para cuando el maestro se percató de nuestro desgano nos llamó la atención con tono fuerte y colocó a Dany de ejemplo sin él percatarse de que Dany hasta estaba roncando, entonces nos permitió ir a los baños a mojarnos un poco, en el aula quedó recostado en la pared un muy estudioso y atento de Dany, a quien el maestro le hablaba sin recibir respuesta, era tanta la suerte del condenado que el maestro no se dio cuenta de que aquel estaba en otro lado soñando con qué o con quién. Pues para cuando cuasi se percata de la treta de mi entrañable amigo ya regresábamos hasta escurriendo agua y sudor. La aburrida clase dio inicio de nuevo, yo me quedé en los pupitres de hasta atrás para evitar ser victima de la saliva de nuestro recordado maestro, de aquella brisa que lo refrescaba a uno, Dany estaría para ahora también mojado pero de saliva. Fue entonces que entró en la clase alguien para todos desconocido, este ingresó como quien llega a su casa, el maestro solo lo vio entrar y acomodarse justo en el pupitre de al lado mío, el resto de compañeros lo vio sin colocar atención pues lo que deseaban era dormir. El que llegó saludó muy amigablemente al mentor y este con una mueca le respondió, parecía que se conocían, quien ahora estaba al lado mío era obvio que tenía unos cuantos años más que nosotros. Yo quien siempre me he caracterizado por ser como fui, y seré, le digo al desconocido.

_Hola, soy Sergio.
_Qué uvas.
_¿Qué haces?
_¿Que qué hago?
_Si, ¿por qué vienes a este infierno y te acomodas, no deberías estar mejor afuera?
_No.
_¿Y qué onda?
_¿Qué onda de qué?
_Cómo que no te gusta mucho hablar, lo que trato de decir es, ¿qué haces aquí?
_Soy alumno.
_¿Alumno?
_Sí, compañero tuyo y del resto.
_Pero las clases empezaron hace tres meses, ¿en dónde estabas, por qué hasta hoy vienes?
_Soy repitente y ya me sé de memoria las aburridas clases pero mis padres quieren que me gradúe y me hacen regresar y regresar, y yo, lo que quiero es trabajar, comprar mi carro y hacer dinero.
_¿Es en serio?
_¿Tengo cara de estar bromeando?
_Perdón, disculpa, no quise incomodarte, solo deseaba ser tu amigo.
_No, perdóname tú, no quise ser grosero, es el calor de este infierno otra vez.

En eso terminó la clase y todos salieron del lugar como en estampida, claro menos Dany, quien seguía dormido, Tanto Juan, el nuevo como yo, nos dirigimos hacia donde estaba el maestro, bueno, Juan a saludar al profe y yo a despertar a mi amigo. Dany y yo descendimos al área de talleres, no así Juan y el instructor, estos bajaron después, mucho después; abajo estaban los ratones divirtiéndose, cuando Dany y yo nos hicimos a nuestro grupo Rolando me pregunta.

_¿Quién era ese?
_Ah, se llama Juan y es nuestro compañero.
_¿Compañero, cómo así y hasta hoy viene a clases, que yo sepa eso no es posible aquí son bien estrictos y creo que no permiten repitentes.
_¿De qué o quién hablan muchá? Dijo la hermosa durmiente.

Pero ahora bajaban Juan y el profe.

_Es aquel mirá, oigan, yo hable con él y se ve que está muy disgustado y depresivo y sin ganas de estudiar, dice que sus padres lo están presionando para estudiar, pero a él no le interesa más que trabajar y hacer dinero. Estaba pensando si lo reclutamos a nuestro grupo y lo ayudamos o motivamos para que se gradúe con nosotros.

Mis compañeros y amigos estuvieron de acuerdo, entonces lo llamé y este llegó al grupo, luego lo presenté con mis amigos y todos lo recibieron con mucho entusiasmo, fue que entonces esbozó una sonrisa.
Al día siguiente esperábamos en la puerta del aula y ni señales de Juan, creímos sería una causa perdida y justo cuando el profe abrió el sacrosanto templo del saber y nos prestábamos a entrar apareció Juan con su andar lento, pausado por la hueva de haberse levantado temprano. Nosotros nos alegramos y lo recibimos muy bien algo que le gustó y así dio inicio otra fraterna amistad, para los días siguientes Juan llegaba temprano y como ya llevaba tres años en el cuarto de bachillerato se conocía todo y por las vacaciones que trabajaba en el medio, me refiero como técnico en una prestigiosa empresa, la cual le decía cada año que al graduarse tenía su plaza asegurada. Este nos explicaba las aburridas clases del maestro y además nos instruía en trucos y mañas que solo te puede dar la experiencia. Si que aprendimos mucho de Juan, todavía conservo un libro que me obsequió y cuando me lo dio me dijo: _Con este libro aprendí mucho de lo que sé, te lo obsequio, léelo, te ayudará bastante y así fue. 

Por fin el año terminó, y Juan junto a nosotros logró después de tres años pasar de grado. Juan estaba que no se la creía, su alegría nos gratificó más que haber ganado el año, pues quien perdía el área de taller no se le permitía repetir el año, pero a Juan por algún motivo se le permitía, y ahora creo saber por qué, sería porque era la única materia que ganaba y la cual era pre requisito para seguir estudiando tan cotizadas carreras y es que en aquella época no habían colegios particulares que dieran estas carreras técnicas.

En enero del siguiente año, nos reunimos en el lugar de siempre esperando a nuestro profe para que abriera las puertas del taller de clases, pero Juan no aparecía, nosotros, sus amigos nos preocupamos por él, pensando que tal vez no llegaría, o que lo haría hasta pasados tres meses. Pero justo cuando el profe abrió la puerta para entrar, nos detuvimos todos los compañeros junto al instructor, pues se escuchaba la música de la época muy amplificada y el rechinido de los neumáticos de un auto último modelo, era un Toyota mil, pick-up, de color blanco y quien lo conducía era Juan. Nos quedamos sorprendidos, pues de donde había Juan sacado un auto último modelo, fue entonces que supimos que la familia de Juan, era una muy acomodada familia, uno de sus padres era de origen Alemán y que debido a la alegría de haber ganado por fin el año, sus padres le obsequiaron el auto, uno que seria el auto del grupo. Las clases dieron inicio y cada recreo salíamos a subirnos al auto de Juan, este encendía su radio tocacintas y le subía el volumen y allí se nos pasaba el recreo escuchando música y hablando charadas y muladas.

En uno de muchos recreos más durante aquel año, Eddy dijo mientras nos encontrábamos encaramados en nuestro pik-up.

_Saben una cosa muchá, allá por la avenida de cementerio venden unas tortillas con chicharrón bien ricas que dicen si vamos mañana a la hora del recreo.
_Estás loco.

Dijimos el resto de compañeros, con cara de quien dice que mula póngale cero profe.
Pero Juan dijo.

_Me parece buena idea, además me fascinan los chicharrones.

_Pero queda muy lejos. Dijo Germán.
_En carro nos hacemos unos cinco minutos, nos quedan veinte para comer y otros cinco para regresar. Dijo Juan.
_Pues, entonces mañana traigan suficiente pisto pues comeremos chicharrones a la hora del recreo. Dijo Rafa.

Para el día siguiente todos veíamos el reloj deseando que dieran las diez, hora del recreo, entonces sonó la campana indicando que la hora cero había llegado y nosotros como si fuéremos bomberos al rescate o a apagar un incendio, salimos corriendo y nos encaramamos en nuestro pick.up, el que se logró ir en la cabina fue Dany, por lo menos en esta vez.
Llegamos a la avenida del cementerio justo en seis minutos, algo que sería hoy día imposible, parqueó el automotor y saltamos de la palangana con rumbo hacia donde se encontraba la señora torteando.

_Señora nos puede atender, solo tenemos como unos veinte minutos para comer y regresar al instituto. Dijo Rolando muy agitado. 

La señora se sonrió y gritó.

_¡María, vení a atender a unos clientes hambrientos!

La María salió y con tremenda habilidad empezó a preparar los manjares coloquiales y con forme iban saliendo los repartía junto a la respectiva fría, una gaseosa pues, aunque a muchos les hubiera gustado que fueran unas chelas no podíamos. Ya con la barriga llena y el corazón contento y la adrenalina en la sangre,  a esto las notas musicales en los altavoces movidos por un amplificador cómo bólidos regresábamos a nuestro centro del saber, con el tradicional rechinido de los neumáticos de varios adolescentes en plena libertad de ser lo que deseábamos ser.  

Al terminó de tres años de carrera secundaria nos graduamos y con nosotros nuestro amigo Juan, pero esta es otra historia.




Tomado del libro: "Historias de un Adolescente Tímido" de Sergio Raga





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