viernes, 8 de diciembre de 2017

La elección de reina


Cuando se es un adolescente, por algún motivo siempre terminamos deslumbrados por la chica más linda y popular de tu centro de estudios y yo, no fui la excepción a la regla. 

Tendría por esa época unos catorce años, edad de las ilusiones, edad de las decepciones, edad de los traumas que te acompañarán por el resto de tus días; pero también, estas experiencias pueden hacerte alguien fuerte y vencedor de tus defectos, aquellos que aunque no son tan grandes tus amigos te los hacen enormes, y claro, la falta de confianza en uno de aquella edad te puede hacer mucho daño, pero también te puede hacer tan fuerte y convertirte en un vencedor de esos fantasmas y darle un giro a tú entonces diminuta e insignificante vida.

Esta es mi historia, quizá una que logró hacerme años más tarde quien fuera parte del circulo de los que disfrutan de las mieles del amor. Debo reconocer que por la inmadurez de esos años, me llevaron a ser otro igual a quien me hizo sentir una piltrafa, hoy agradezco que sucediera aquella experiencia, pues de no ser así, quizá seguiría siendo el adolescente tímido, y mi libro, de mismo nombre jamás habría nacido.


... Se acercaba la fiesta de aniversario, mi primera fiesta formal de adolescente y a flor de piel sentía la emoción, los sueños de que en dicha fiesta sucediera lo que por meses había soñado, y es que, me soñaba bailando con esa chica y en medio de la fiesta, salir a un balcón y bajo el plata de una enorme luna y con el embrujo de los rayos que a traviesan los cielos llegar hasta nosotros, besar sus labios. 
Al igual que yo, otro buen grupo de adolescentes tímidos soñando lo mismo, la chica que participaba entre otras diez, las cuales no estaban nada mal y hasta hoy me doy cuenta de ello, pues en ese tiempo su luz era de tanta intensidad que no permitía ver a las que estaban a su lado, así de bella era, su rostro moreno y lindo, sus curvas que a pesar de ser otra adolescente era una chica como la de algún cartel de publicidad. Cuando me la encontraba por los corredores, ella era tan amable, era tan linda. Hoy entiendo que era parte de su política para ganar la corona, sin embargo, para mí era como hablar con algún ángel recién llegado. 
El día de la elección estaba cercano y los grupos estaban divididos, muchos con ella (era obvio) y otros no tan numerosos con el resto.

Entonces llegó el día que no olvidaré (creo que si lo había olvidado y hoy lo recordé), aparecí con mi grupo de amigos y compañeros de aula y por el lado contrario apareció el profesor organizador del evento; por extraño que parezca la linda chica no tenía alguien que fuere su acompañante, un caballero para el evento tan esperado por todos. Fue entonces que el profe se acercó a nosotros y entre los cinco que éramos, se dirigió a mí (por qué, no lo sé).

_Raga ¿tienes traje de noche?

Yo quedé, con el ceño fruncido, sin saber el por qué de la pregunta (me imagino que esta pregunta la habría hecho a muchos más, pero nadie tenía).

_Si tengo. ¿Para qué profe?
_Estoy buscando el caballero para Celia?

Cuando dijo esto, escuché sonar las trompetas celestiales y mis compañeros me palmearon la espalda, algunos lo hicieron felices por mí, mientras que por lo menos uno, lo hizo por envidia pues, sentí un golpe muy fuerte en mi espalda.

_Bueno, entonces mándalo a la tintorería, porque oficialmente eres el caballero de Celia.
_¡Sí profe! ¡Hoy mismo le digo a mi mamá! ¡Gracias!

Era el momento más feliz de mi vida, mis sueños se hacían realidad; y en ese momento me vi sobre aquel balcón y bajo el embrujo de la luna besando a Celia. 
Entonces ella apareció en escena y justo fue cuando aún estábamos en la algarabía de la buena noticia, alguien nos hizo ver que ella se acercaba y entonces el profe, con mucha emoción por el ambiente y quizá por que al fin halló a alguien que tuviera su tacuche propio, este le dijo a la encantadora de Celia las buenas nuevas. 

_Celia, que bueno que llegas.
_Sí profe, y eso ¿por qué?
_Ya te conseguí a tu caballero.

Yo, entre mis cuatro amigos con la felicidad dibujada en mi rostro escuchando cómo el profe le daba la excelente noticia a Celia.

_ Qué alegre. ¿Y quién es? Dijo Celia con el rostro encendido.

El profe haciendo a un lado a mis compañeros y abrazándome; dijo.


_¡Es Raga!

En ese instante llegó el golpe que me causaría daños irreparables, pues la reacción de Celia fue inclemente. Esto dijo.

_¡¡Ese no me gusta!!

Lo que hace unos pocos minutos fueron trompetas celestiales, se convirtieron en horribles tambores de ultratumba, sentí que un hoyo se hizo bajo mis pies y que caía sin encontrar la esperanza de detenerme en algún lugar. Celia luego de decir esto sin anestesia y sin importarle nada mi autoestima siguió su camino. Mis amigos y compañeros me hicieron el paro, se sintió la buena vibra, se sintió la solidaridad para conmigo; a quien se le caía la cara de pena era al profe, quien me quiso consolar.

_No le hagas caso, esta Celia y sus bromas, por eso es tan popular.

Mientras decía esto, él se alejaba de nosotros, y cuando estuvo a punto de entrar en uno de los largos corredores se detuvo y desde ahí me gritó.

_No olvides mandar a la tintorería tu tacuche.

Sí como no, sería feo, pero no mula. Pero hasta el día de hoy le agradezco su buena vibra, mientras tanto, mis compañeros de inmediato cambiaron el tema, como quien no le da importancia a lo que recién sucedió, hicieron de todo para que el mal trago me pasara rápido. Pero aquel mal momento no pasó tan rápido como creí, este me pasó años más tarde, cuando una tarde noche me la encontré en un bus del servicio colectivo y... Bueno esta es otra historia.

El día de elección llegó, entre la concurrencia me encontraba yo junto a mis amigos, pero ya no veía en Celia aquella incandescente luz, esa luz mortal, la que me hizo quedar en coma, la que más tarde y mucho antes ya había hecho lo mismo que a mí, en otros. 
El maestro de ceremonias anuncio a las candidatas y ellas entraron, caminaron sobre el escenario y al lado de ellas su paje o caballero, se veían tan lindas, fue aquí que me di cuenta de que Celia no era la única belleza en el establecimiento, habían por lo menos otras nueve Celias, y para ser honesto, hasta vi a otras mucho mejor que ella (pudo ser el calor y la cólera por el mal momento que me hizo vivir). 

Entonces entró Celia, y mientras le aplaudían, mis cuatro amigos y yo, reímos al ver quien era su caballero; lo recuerdo como si fuere ayer, cuando el profe me vio y sonriente me guiñó el ojo, yo entendí y se lo agradecí. Es que su caballero era... Bueno, no caeré en la mismas que ella, pero se lo imaginarán, seguro el profe le dijo: -No hay otro con tacuche, así que te aguantas, ya viste, debiste haber aceptado al Raga.

Cómo era de esperar y lógico también, Celia ganó la corona. Y cuando fue el baile de gala, le tocó que bailar con su caballero y recuerdo que fue otro momento invaluable para nosotros, no así para ella, pues su flamante caballero le machucó los pies durante casi toda la melodía, pero ella muy profesional le tocó que aguantar, para una vez terminada la pieza musical deshacerse de él. 
Esa noche los cinco bailamos, no fue una noche como la soñé, pero si que nos divertimos, bailamos con nuestras compañeras y amigas de grado, no eran como Celia, pero bailaban muy bien.

Me tomé un momento para separarme del grupo con la excusa de que iba al baño, pero no, salí al balcón del edificio donde se llevó a cabo la fiesta, esa fiesta fue la mejor de todos los tiempos de mi colegio, al salir al balcón por un lado y en lo más oscuro una pareja haciendo realidad mi sueño, me hice al lado contrario a ellos, me recosté sobre la baranda del balcón del salón que quedaba en el cuarto nivel de un edificio de diez pisos, vi al cielo, y este estaba despejado, entre millones de titilantes estrellas colgaba en medio la mágica luna, en silencio la contemplé, sentí como si ella también me consoló, como si me diera un adelanto de mi futuro, pues luego me sentí muy bien. Y es que, después de esa noche llegaron mil noches más pero con un final diferente. Fueron mil lunas con mucha miel, de esa que jamás empalagará a nadie...



Tomado del libro: "Historias de un adolescente Tímido" por Sergio Raga



No hay comentarios.:

Publicar un comentario