jueves, 19 de abril de 2018

Extraños


Dos extraños que una mañana salieron de su casa, arreglados para la ocasión, 
se dirigieron hacia la estación y entre la multitud se perdieron, 
a pesar de que a pocos metros el uno del otro se encontraban sin saberlo, 
ni conocerse, pero algo les unía y era un corazón apasionado, 
ilusionado y enamorado y que hasta el día de hoy no habían aun encontrado 
por lo exigente de su corazón. 

Se escuchó que el tren se acercaba y su silbato hizo sonar como advirtiendo 

que estuvieran listos a abordar, pues no había tiempo para por otros esperar, 
la multitud se hizo hacia el anden y entre la multitud como marea 
de aguas saladas los hizo sus hombros tocar, ellos se vieron 
y simplemente sonrieron como diciendo; disculpe usted.

De los durmientes se escuchó el crujir y de ellos 
salió una especie de humo blanco que por un momento 
los dejó sin poder ver y los que apenas se sonrieron 
se perdieron de nuevo entre aquel mar de personas, ansiosas por entrar 
a cada vagón del viejo tren y de entre aquella multitud que sin ellos desearlo 
los hizo en el mismo vagón entrar, ella se sentó a la diestra y él a la siniestra 
un poco más adelante, dos asientos para ser exacto, él sintió sobre su nuca 
la fuerza de una mirada que le hizo voltear, al hacerlo se encontró 
con aquellos ojos verdes de extraña mirada en una extraña, 
ella al verlo verla, sintió que su piel se enchinó y su piel se ruborizó, 
esto la hizo agachar su linda cara y a él con disimulo 
regresar a la lectura de su periódico, pero aquello fue una señal, 
señal para dos extraños con las mismas metas, encontrar el verdadero amor.

Al buen rato de viajar de la estación central a la que les corresponde 
de nuevo se escuchó el rugir sobre los durmientes 
y se dejó ver la niebla blanca que de abajo del tren ascendía 
hacia la parte de arriba y entre el mar de personajes, 
ellos hombro a hombro salían del vagón, como espuma 
que lleva el caudaloso río, sintieron el roce de sus humanidades, 
pero no hubo oportunidad de nada más porque era tanta la agitación 
de todo el mundo por llegar a su lugar de trabajo 
y la verdad que ya era un poco tarde.

Así que, a paso rápido todos salieron del subterráneo, 
de la dicha estación del tren y el mar de personajes se fue diluyendo 
y dividiendo como si fueran ríos en la desembocadura del mar. 

Los extraños caminaron con rumbo a su edificio y en ellos entraron, 
esta vez no hubo casualidad, uno entró en uno de los edificios de la gran ciudad, 
mientras que el otro entró en otro de los edificios, la rutina diaria de trabajo dio inicio.

A las horas de trabajo y más trabajo, llegó la hora del break 
y cada uno de los dos extraños tomo su refacción y salió por una taza de café, 
regresaron a su oficina, la que casualmente se encuentra en el piso cien, 
con la humeante taza de café en sus manos, soplaron y se asomaron 
a una de las ventanas.

Los dos extraños por esas cosas inexplicables, estaban frente a frente 
sin lograr verse uno al otro, a una distancia el uno del otro soñaba 
con el extraño del tren, recordaban la sonrisa tan cálida, 
como la habían deseado, recordaron el roce de sus cuerpos 
y al verse sintieron que algo de ellos les abandono sus cuerpos. 

Eso pensaban con la mirada perdida, según ellos en la nada, 
pero la verdad, era que los extraños se veían sin saberlo a la distancia, 
pero el smog de la enorme urbe no les permitía visualizar que frente a ellos 
estaba el otro extraño con el que ahora mismo pensaban y ambos con él soñaban.

La rutina diaria terminó y ambos salieron de sus edificios, 
esta vez atentos caminaron hasta el subterráneo y estación del tren, 
pero no se lograron ver, y como dos extraños regresaron a sus casas 
pero con la ilusión de saber que allí afuera hay un extraño 
que podría dejar de serlo, para pasar a ser el amor de sus vidas, 
con el que siempre soñaron encontrar, pero que por lo exigente 
de sus corazones aún no lo encuentran.

Y siguen siendo lo que hasta ahora son, dos extraños nada más.


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