domingo, 23 de noviembre de 2014

La Hoja en Blanco

Alguien, llegó y le colocó sobre su mano derecha una hoja de papel en blanco y sobre su mano izquierda un lápiz, ambos se vieron directamente a los ojos y en los rostros de ambos no hubo ninguna reacción. El que depositó los utensilios sobre las manos del otro; se retiró, dejando al otro ahí, solo, con sus manos ocupadas con aquellos objetos listos para ser usados.
Éste, vió lo que ahora tenía entre sus manos y se dirigió a un lugar, sobre el cual colocó la hoja en blanco y al lado el lápiz. Por horas, la vió y no se atrevió a manchar la hoja, ésta seguía intacta, al igual que el lápiz a quien por ratos le brillaba la punta de carbón, afinada al máximo. Pero, él no lo cogió y la hoja permaneció en blanco, tal cual, se la dió el otro individuo.

Muchas veces, me pasa lo mismo; sentado frente a esa hoja, sin saber que escribir sobre ella, buscando la frase perfecta para dar inicio a lo que a continuación podrá ser algo maravilloso, o algo mediocre, o simplemente algo sin valor alguno. Tengo mucho cuidado en lo que en ella debo escribir, pues, es y será, siempre una gran responsabilidad, lo que en ella se escriba. No lo digo como escritor; ¡que no soy! simplemente lo digo como uno más de los que habita éste planeta. 
A todos se nos da un día, una hoja en blanco y un lápiz, y con ellos, la responsabilidad de lo que sobre ella escribamos, dibujemos o simplemente garabateamos.

Veamos ésto: 
Un escritor, sentado frente a una máquina de escribir, coloca sobre la hoja en blanco; el encabezado; capitulo uno, luego el nombre del capitulo y luego de ello, empieza con una frase, la cual da inicio a su obra. De inmediato, luego de escribir la primera oración, se detiene y la arranca de la máquina de escribir a la hoja y luego con mucho desilusión y cólera, la estruje y la arroja al cesto de basura, el cual, ahora está lleno de hojas estrujadas. 
La hoja, dejo de estar en blanco y lo que en ella se escribió, seguirá allí, para siempre. Ya nada la volverá a su estado virgen, una vez se garabateó sobre ella, lo que se plasmo en ella seguirá allí para siempre y por siempre; ¡no hay vuelta atrás! 
Por más que queramos, la destruyamos, la rompamos, la estrujemos, la quememos; lo que en ella se escribió ahí quedó.

A veces, escribimos sobre una de ellas, algo horrible, de lo cual nos avergonzamos y luego nos arrepentimos; la separamos del resto de hojas en blanco, la estrujamos, luego la cortamos en miles de pedacitos y por último la quemamos. Creyendo con ésto, que todo volvió a la normalidad, pues la hoja ya no existe pero, lo que ahí escribiste, aunque no lo quieras sigue ahí; es más, si coges un trozo de carbón
-o simplemente un lápiz- y lo riegas sobre la hoja que continuaba del montón, veras como en ella aparece como por arte de magia lo que en la otra habías escrito, ¡sí la destruida! 
Escribiste en ella, y aun está; sí, tú cólera fue tal, así fué entonces la fuerza empleada y veras que en la próxima hoja aun hay restos de lo que en ella escribiste. Sobre lo que hiciste.
Ése es el poder de una hoja en blanco, es tan poderosa que hasta con el tiempo, si decides dejarla así, te darás cuenta que el mismo tiempo escribió sobre ella, pues, hasta el mismo tiempo, sabe que una hoja en blanco no fue creada para dejarla así, burlada, así, en blanco, entonces él, el tiempo, escribe sobre ella.
Pasado un tiempo, regresas, abres la gaveta y te encuentras ahí con ella, con la hoja que un día despreciaste y junto a ella el lápiz que jamas usaste, verás que ahora la hoja ya no es blanca, ahora está amarillenta y con pedazos llena de pequeños agujeritos, la tomas y casi se desbarata en tus manos, te preguntas ¿qué pasó? Lo que pasó, es que el tiempo escribió en ella. Sí, el tiempo, siendo como es, se toma un tiempo para escribir sobre ella, la hoja en blanco. 
¿Quién eres tú para no escribir en ella? 

La hoja y sus derivados, fueron para ser usadas y ¡deben de ser usadas! El problema, es y será lo que en ella tú quieras dejar plasmado, pues, cada quien que vea lo que en ella plasmaste, será vista de diferente forma, será interpretada de diferente manera. Pero, de algo estoy seguro y es, que lo que en ella escribas, ¡nunca, nada lo cambiará!
Si observas el cuadro de la Gioconda, conocida tambien como: La Mona Lisa; ¿qué crees que sucedió ahí, ¿es Leonardo da Vince, el que está ahí como travestí? ¿es una mujer? la cual se está sonriendo o, la modelo siempre estuvo sería y un descuido de da Vince le provocó un leve desvió a su bosquejo y como él sabía que no se podría borrar pues, lo que ya se dibujó sobre ella, en ella queda. Será que, él quiso simplemente volver al original y al hacer ésto, quedo plasmada esa misteriosa sonrisa o, ninguna sonrisa. Simplemente, un rasgo, de un imprevisto desviado por el infortunio; pero, ésto es criterio de cada observador. Ésto, es un simple ejemplo.
Puedo decirte, para que entiendas, que una vez manchada la hoja en blanco, lo que en ella se colocó siempre y para siempre, ahí quedará. 

Un artista, hace un bosquejo sobre el lienzo o la hoja en blanco, luego, coloca una línea débil sobre otra y sobre otra, hasta encontrar el trazo perfecto, él, la ve desde diferentes ángulos, con diferentes luces, tratando de ver en su mente, las reacciones diferentes de cada quien que la observe luego; ya satisfecho de lo que ha  ha dejado sobre el boceto, procede a pintarlo, a colocar colores sobre las líneas mas remarcadas, hasta dejar la obra de arte perfectamente terminada. Pero, bajo todos esos brillantes y perfectos colores, quedaron los trazos originales, los del bosquejo. Ves, lo que escribes sobre la hoja en blanco, ahí quedará por siempre.

Tú, tienes en tu poder, entre tus manos, una hoja en blanco, en la cual, quieras o no, con el transcurso del tiempo deberás escribir; y, ya has escrito aunque no te hallas dado cuenta, y lo que en ella escribiste ahí sigue, para bien o para mal allí está y ni tu ni nadie lo podrá cambiar. 

Ahora que sabes de ésto y ves que aun te quedan hojas en blanco sobre tu mesa, observas que tu lápiz ya es más pequeño, no te asustes, simplemente, es que el tiempo ha transcurrido y lo que te falta por escribir es justo el tamaño de tu lápiz, procura que éste no se caiga pues, puedes con ello fracturar su mina y hasta quebrar su punta y te verás obligado a sacarle punta, con ello, tu lápiz ahora está más pequeño, cuídalo mucho y sobre todo ten cuidado con lo que de hoy en adelante escribes sobre las hojas en blanco que aún te queden, de ello, depende como con el tiempo te recuerden, o te olviden, o te ignoren. Éste es el poder de una hoja en blanco. 
Y, queramos o no, deberemos escribir en ella. 

Importante, no permitas que otro escriba por tí, no permitas que otro manche tu hoja blanca, no permitas que nadie, nadie, escriba en ella, por la mejor caligrafía y hermosos dibujos que éste haga, siempre se tú quien en ella escribas y dibujes, aunque tu caligrafía sea ilegible y tus garabatos no tengan sentido, ni forma alguna. No importa, siempre se tú quien en ella escriba y, si en ella dejas o no, una obra de arte aclamada. 
Lo que en ella estará, será tuyo y si sobre ella dejas algo hermoso, ¡mejor! La idea es que sea cual sea el resultado, se tú quien en ella escribas. No permitas que otro escriba por tí... ¿qué no sabes escribir? Entonces, has garabatos sobre tu hoja en blanco, al fin y al cabo, ¡serán tus garabatos!

Por último, recuerda que tienes una gran responsabilidad, una adquirida en el preciso momento en que te fue entregada sobre tus manos, aquella hoja en blanco, junto a un lápiz. Solo ésto recibiste, no te dieron un borrador, pues el que te dió la hoja, sabe muy bien que lo que en ella se escribe, allí quedó y nada cambiará eso. 
Y, que tampoco se te dió un sacapuntas, para que cuides a tu lápiz, pues, éste siempre escribirá, durante el tiempo que tenga que durar. Pero si te descuidas y lo dejas caer rompiendo su punta y la mina con el golpe ¡mala suerte amigo, pues hasta ahí llegaste!

Cada quien tiene la oportunidad de escribir su propio destino, es una gran responsabilidad, pues de ello depende tu vida y aunque no lo creas la de muchos más, por ello, elige bien cada palabra, cada silaba, cada frase, cada oración, pues de lo que en ella escribas, todo dependerá; cuando, llegue el día de que, él que te dió la hoja en blanco en tu mano derecha y sobre tu mano izquierda coloco el lápiz y, antes de retirarse y dejarte solo en aquel lugar, fijamente a tus ojos vió; sin dibujar ninguna expresión en su rostro. De la misma manera volverá, y a tus ojos te verá. Sin expresión alguna en su rostro, a tu hoja tomará y de tu mano izquierda lo que quede del lápiz ignorará, pues a él lo único que le interesará es, leer lo que en ella escribiste y de ello, dependerá tu siguiente futuro.
Pues, el que un día, fue presente; ahora pasado es y, el que un día, fue tu futuro; ahora pasado es.
Y, tu siguiente futuro, dependerá de lo que lea en la hoja en blanco que en tu mano dejó.
A partir del retorno de ese misterioso personaje de rostro inmutable. Pues, de las conclusiones que de allí saque. De él dependerá; tu siguiente futuro.... ¡Amén!







 







 

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