martes, 19 de diciembre de 2017

Los estrenos para navidad


Desde que diciembre había empezado, apresuré las reparaciones de los pocos aparatos que llegaron para ser reparados; televisores y algunos equipos de sonido, los cuales eran los que urgía reparar pues, para las fiestas de fin de año estos deberían estar como nuevos, la demanda era grande, esto me tenía muy entusiasmado. 

Para cuando llegó el veinticuatro, como era costumbre desde que me ganaba mi dinero, solo almorcé y salí a pararme al lado del Árbol de don Mario, ahí estuve unos cinco minutos, cubriéndome del sol, pues el cielo estaba completamente despejado y el sol en su máximo esplendor, pero en el ambiente el tradicional frío, ésa rara combinación era lo mejor de estas fechas, claro está, que por aquella época aún no nos habíamos cagado en el planeta, quiero decir, que las estaciones eran puntuales y con ellas, las temperaturas que deberían ser, ni más, ni menos, todo en su punto justo.

_Ahí vienen dos micro-buses. Pensé. 

Me levanté de donde ahora estaba sentado y me acerqué a la banqueta para visualizar o escuchar al ayudante gritar el rumbo hacía donde se dirigirían, el que venía por delante llevaba otro rumbo diferente al mío, así que no le hice la señal de parada, aunque este se medio detuvo para preguntar si lo abordaría, a lo que con una sonrisa les agradecí y ellos siguieron su camino, por detrás venía el que yo esperaba, así que sin dudarlo le hice la señal de parada y este se detuvo justo en donde me encontraba esperando, el ayudante se apeó y dejó el paso libre para que yo abordara la nave que me conduciría con rumbo a la zona más comercial de mi ciudad, a penas estaría dejando la última grada y el automotor ya iba en movimiento, no había tiempo que perder para estos caballeros del servicio urbano, por suerte ya uno los conocía y siempre atento para asirse de algo que evitara la inminente caída, cosa que sería muy penosa, pues siempre en estos servicios urbanos venía más de una linda chica. b

Observé los asientos que siempre acostumbraba usar, los cuales eran; el asiento del copiloto, o los dos de atrás, uno del piloto y el otro del copiloto (si fuere hoy día ni de baboso los usaría, pues con tanta violencia contra este gremio correría el riesgo de salir herido; en aquellos tiempos nada te preocupaba. Salir de tu casa era como salir al patio de ella).

Por aproximadamente media hora y ya estaba en el centro de la enorme y pujante ciudad. 

_¡Servidos! 

Gritó el chófer y los pasajeros empezamos a descender del ruletero. Yo bajé de este con la ilusión de acudir pronto a los mejores lugares por mi estreno para esta noche. Caminé buscando de vitrina en vitrina una bonita camisa, un pantalón de lona y por último buscaría un par de zapatos o tenis; el estreno sería total, claro también la ropa interior, pero esto no venía al caso apuntarlo; caminaba y observaba, si veía algo que llamara mi atención tomaba nota mental para volver, pues de pronto y compraba algo que en otro almacén sería la misma prenda y a bajo precio o algo mucho más bonito que lo que recién veía.

_Bueno, creo que me compraré la camisa que vi en Camisas para Caballero, el jeans lo compraré en la tienda exclusiva de la marca Wrangler, aunque los Sergio Valente también estaban nice o los de Levi´s jeans. 

Entonces me dirigí hacia el almacén Camisas para Caballero y compré mi camisa, si que estaba en todo, el color, el estilo. La señorita quien me atendía me indicaba.

_Esta te queda muy bien.

Pero yo que nunca le hago caso a quien me vende, pues con tal de vender te dicen que te ves como galán de cine, aunque te veas como actor caracterizando a Cantinflas, tengo que verme por mí mismo y estar seguro de que lo que compro me gusta a mí, no a quien me lo esta vendiendo, además, por estas fechas los y las vendedoras están afanados por vender lo más rápido posible para tener oportunidad de atender a la mayoría de clientes, para recibir sus comisiones; yo me tomé mi tiempo y ya convencido que era lo que buscaba le indicaba a la chica.

_Me lo llevo. Esta sonriente me preguntaba.
_¿Te lo envuelvo para regalo?
_No, normal, es para mí, gracias.

Salía con mi paquete del almacén y me dirigía en busca de mi pantalón; en el lugar elegido, y lo mismo; que si ese te queda bonito, que ese color es cabal para tu color de piel, ojos y tanta babosada, pero yo les ignoraba hasta no estar seguro de encontrar lo que yo, buscaba. 
Y entonces llegaba la misma pregunta.

_¿Lo envuelvo para regalo?
_No, gracias. 

Ya afuera, en medio de aquel mar de personas llenas de paquetes, almacenes adornados con luces parpadeantes, alta voces en las puertas con música navideña y más de algún panzón que conseguía trabajo para estos días vestido de rojo y al tiempo que agitaba una campanita su ya bien conocida risa: Jo Jo Jo. 

Levanté la vista para ubicarme en donde estaba ahora y así encaminarme a la única zapateria en la que siempre compraba mis zapatos, me perdí entre toda la muchedumbre los que viajaban con muchas bolsas y paquetes envueltos en papel regalo, el ambiente era delicioso, era lindo ver a ricos, de media clase y pobres comprando en la misma zona, no como ahora que se han sectorizado los lugares para los ricos, para los pobres y los de clase media, si es que aún la hay, por un buen rato caminé entre la muchedumbre observando al género femenino quienes también buscaban con afán su estreno, esto me hacía lento mi andar, pues más de una vez me tuve que detener y con disimulo voltear a ver el cuerpazo de alguna chica que paralizaba hasta el transito, después viajaba por metros con aquella imagen hasta que me encontraba con otra igual o mejor, si que era algo agotador pero encantador. 

Me detuve frente a las vitrinas de mi zapateria de mi predilección para ver los estilos de moda para este año, entre zapatos normales y tenis de marcas muy prestigiosas, pero algo llamó poderosamente mi atención, nunca antes los había visto más que en alguna película, (ahora que lo recuerdo y por que la acabo de ver, este Travolta los usó en la cinta de: Fiebre de Sábado), eso seguro pensé cuando los vi, a pesar de que de la película ya habían pasado algunos años de que se estrenó, se trataba de unos botines, y es que la verdad siempre tuve la ilusión de comprarme unas botas vaqueras, pero no me las podía costear, pero ese estilo de zapato, el que parecía zapato normal pero altos, como si fueren unas botas pero sin serlo y con un zipper al lado, estaban increíbles, claro que también el precio era para recordarlo, pues casi doblaban el precio de los que normalmente me compraba.

Así que entré con la determinación de comprármelos, al fin de cuentas dinero era lo que me sobraba para este veinticuatro, entré y pedí unos iguales a los del exhibidor, el color que solicité fueron color gena. La señorita me preguntó mi número de calzado y en seguida los tenía de vuelta, me los coloqué y creo que crecí unos cuantos centímetros más, a pesar de que soy algo alto, caminé por enfrente de los espejos y me gustó lo que vi, que sin pestañar, le digo a la señorita.

_Me los llevo. Ah, y no los quiero para regalo, gracias.

Salí de la zapateria y ya me veía envuelto con todo lo que había comprado para esta noche.

_Bueno, ahora hace como hambre pensé. 

Así que revisé mi efectivo, pues estos botines me había descontrolado mi presupuesto, verifiqué en plena calle el dinero que me sobraba y una vez realizada la contabilidad, sonreí, pues podía pasar a comer una de mis hamburguesas preferidas, las huevo burguesas, -solo de escribir esto se me hace agua la boca-, entonces que me dirigí hacia mi restaurante predilecto, bueno era el único por aquellas fechas que vendían estas delicias. 
Me acomodé justo al lado de la vitrina que da a la calle, pues nada debería de impedir seguir observando a quienes circulaban por las aceras mientras comía con mucha hambre la deliciosa hamburguesa acompañada de una bien fría orange crush, -las de aquel dorado momento, las de hoy nada que ver-, chico sano en aquella época. 
Alejado de mis problemas de ansiedad por casi siete años hasta que un día nos encontramos de nuevo y ese reencuentro fue tan determinante que desde entonces no nos hemos podido dejar, de esos malditos amores que solo te hacen daño. 

Bueno, ya empezaba a oscurecer, así que me dirigí a la estación de los micro-buses que me conducirían de regreso a mi hogar, hice mi cola sin preocupación alguna, pues, los regalos, los únicos que eran para mis progenitores ya los tenía, es que esos eran los primeros que compraba y por último si quedaba dinero, los míos.

Bajé del ruletero y caminé hasta mi casa, ya por la hora, estos no pasaban por el Árbol de don Mario, me dejaban como a unas cinco cuadras de mi hogar. Mientras caminaba; el olor a pólvora, el sonido de los cohetes, el silbido de los canchinflines, a estos había que tenerles cuidado, pues si uno te alcanzaba estabas jodido, quemaduras de algún grado te dejarían esa navidad. Ahora recuerdo para cuando era más chico y las infaltables guerras de canchinflines, vaya que éramos intrépidos, jugábamos con el peligro, muy bien pudo alguien haber perdido un ojo, o algo más, como una buena quemadura y es que esos condenados a veces no silbaban si no que explotaban justo en las manos de quien esperaba escucharlos silbar para lanzarlos contra la pandilla retadora, peo esta es otra historia. 
Mientras avanzaba también inundaban mis sentidos el olor a pino sobre el piso, señal de que habría baile, la manzanilla, el ponche, los tamales y cuantas otras costumbres y tradiciones que se quedaron perdidas en el tiempo.

Ya en la intimidad de mi cuarto, saqué todo lo que me había comprado y lo coloqué sobre mi cama, por un buen rato y luego de salir del baño los observé, di gracias a Dios, pues ahí estaba el esfuerzo de mi trabajo de este bendito mes. Me secaba el cuerpo y luego la cabellera, pues aún tenía y era abundante, lacia y castaña; una vez seca con la toalla conectaba la secadora una que un día fue de mi hermana y la cual me la apropié, al grado de cuando ella la necesitaba me la pedía prestada, ahí me encontraba, frente al espejo acariciando mi pelaje, -cómo lo extraño, ¿adónde se fue?-
Después de casi media hora acicalando mi cabellera, procedí a vestirme, con mi pantalón nuevo ya cubriendo mi cuerpo y alguien llamó a la puerta, yo desde adentro respondí.

_¿Quién?
_Yo, Dany, ¿puedo entrar?
_Ahora te abro.

Cuando Dany entró a mi cuarto y después de saludarme, este me dijo algo que jamás olvidaré, y es que si algo caracterizaba a este mi entrañable amigo, era su humildad y su personalidad, esa a la que a todo, a todo, a pesar de las circunstancias le encuentra su lado positivo, nada lo hacía deprimirse, caer por el suelo, sí que era increíble su actitud, cuánto le aprendí, al ver mi jeans nuevo, me dice con una sonrisa en sus labios.

_Así lucen nuevos -tocando mi jeans, para luego al tocar el de él agregar- Y así lucen viejitos. Jajaja.
_¡Wao! Pensé. 

Para aquel esta navidad no era buena, hablando de su situación económica, pero tampoco era para que se deprimiera; excelente lección de vida mi querido amigo. 
Era evidente que Dany no estrenaba esta navidad pero ni calzoncillos, pero esto no le preocupaba, tampoco lo colocaba como un envidioso, como sí les sucedía a otros.

_A la vos, estos botines están de ahuevo, te han de haber costado un ojo de la cara.
_Pues claro, ¿qué no lo ves? Le dije cerrando uno de mis ojos y reímos.
_El color de tu camisa esta pero bien nice.
_Gracias. Dije. 

Pero ya me sentía mal, me sentía tan mal que casi le doy mi camisa para que estrenara algo, pero quizá lo podría haber ofendido, así que me terminé de vestir y por último me coloqué mis botines de color gena. Esto me hizo ver más alto que Dany, este graciosamente me lo hizo ver.

_¿Cómo esta el clima por allá arriba? 

Yo solamente le di un empujón y salimos de mi cuarto, en la sala se encontraban platicando mi señora madre (+), mi señor padre(+) y uno de mis hermanos, nos sentamos un momento con Dany antes de salir a las calles y yo, ya cómodo crucé mis piernas dejando ver uno de mis llamativos estrenos; el baboso de mi hermano, me cogió un pie y lo estiró para observar mis botines.

_¿Te gustan? Dije con mucho orgullo y este me responde.
_Pareces viejita picara. Jajaja. 

Rieron todos, incluyendo Dany y esto se volvió una fregadera, detrás de un abroma otra y después otra, yo reía, pues si me enojaba llevaba las de perder. 

Después observé que mi papá no dejaba de ver mis botines, no dije nada, pero para el año nuevo me lo llevé y le compré un par, con esto me quedé jodido y con unos pocos céntimos en la bolsa pero la alegría de mi señor padre no tuvo precio.

Para la fiesta de año nuevo, entró mi hermano, saludó a la familia, la cual nos encontrábamos en la sala incluyendo a mi amigo Dany, quien seguía sin estrenar, pero con la moral por los cielos, que actitud tan buena, digna par ser imitada sin duda. 
Cuando mi hermano se sentó, cruzó su pierna y quedó a la vista de todos otro par de botines.

_¿Ahora quién es la vieja calenturienta? Dije.

Y dio inicio la chingadera de nuevo, solo que esta vez el que daba la pauta para que nos riéramos de él, era mi hermano, como dicen, la venganza es deliciosa y a mi hermano no le quedó de otra que hacerle huevos y aguantar la chingadera; mi padre no dijo nada, seguro para que no lo fregaran a él también.

Después de las doce, del abrazo, de la cena de año nuevo, salimos a la calle con mi amigo Dany.

_¿Para adónde amigo? Pregunté a quien tenía un olfato para las fiestas y este me dijo.
_¿Ves a aquellas chicas que van bien arregladas por allá? Pues las seguimos, seguro que están invitadas a una fiesta. Yo le digo.
_¿Y por qué no mejor las alcanzamos, las conectamos y así llegamos de una con pareja a la fiesta. 

Y eso hicimos. Pero esta será otra historia.



Tomado del libro: "Historias de un Adolescente Tímido 2" por Sergio Raga




SergioRaga 19.12.17




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