miércoles, 4 de febrero de 2015

ATESCATEMPA


















Cuenta la leyenda; que en el sistema solar, hay un planeta hermoso, de color azul, siempre iluminado, que esta formado en su mayor parte de agua, que tiene 5 continentes, y que en el centro de américa, justo en su cintura donde ésta comienza, se encuentra un país llamado Guatemala, y que en el sur oriente de ese país hay un bello departamento, llamado: "La cuna del sol", que es habitado por gente noble y trabajadora, se encuentra ubicado al finalizar La Conora y siguiendo la carretera interamericana, al llegar a la frontera con el vecino país, veras a una imponente laguna, que en sus años de esplendor, sus aguas bañaban la cinta asfáltica, justo en, San Cristóbal Frontera, a unos pocos kilómetros de ahí, una carretera de terracería te conduce a un pueblo maravilloso, de dicho departamento, su serpenteante carreterita en donde solo cabe un carro y que cuando se encuentran dos estos deben casi encaramarse en los arriates formados de tierra, de la cual brotan a flor de ella, las raíces de variadas especies de arboles, y como si magnéticamente fueron colocadas a la orilla del caminito unas rocas de gran tamaño, totalmente empolvadas, que son testigos del diario caminar de hombres a caballo y en carretas con yunta de bueyes, gentes que se dirigen con su  tecomate y su machete al cincho, a sacar la jornada diaria de trabajo en el campo.
Dicen que entre La Frontera y Atescatempa, atraviesan su carretera dos imponentes ríos, proveedores como muchos más de su laguna, con agua cristalina que pasa besando la carretera y sigue su camino para morir en su laguna. Cuando viajas por este camino, veras que la laguna te quiere alcanzar justo en el lugar llamado el Chagüiton.
La leyenda dice: Que en el principio, este pueblo era una gran finca en la cual vivía la familia de un militar, Don Pedro H. Garza, el cual era su nombre, y que procreo cuatro hijos, de los cuales, al casarse hicieron crecer el pueblo y que sobre la semilla plantada por H. Garza se sientan las familias que hoy forman a dicha comunidad.
Un día, cuando las fronteras aun no estaban delineadas; en este pueblo, en el cual circulaban ambas moneda, el Quetzal y el Colon, los gobiernos de ambos paises disidieron medir y delinear sus fronteras; el pueblo se dividió, pues, unos querían pertenecer al El Salvador y otros querían seguir siendo Guatemaltecos.
Al ver ésto, el volcán el Chingo que tambien estaba en disputa decidió por el pueblo, haciendo tremenda erupción, pero no lanzo fuego, ni ceniza, ni lava, ésta no fue una típica erupción, hecha de cualquier volcán; lo que El Chingo lanzó, según cuenta la leyenda, fue: arena, las calles quedaron tal cual, playa de mar, cubriendo con esa arena las lineas divisorias entre ambos paises, los pobladores y los gobiernos quedaron sin saber que hacer, al final, Atescatempa quedó del lado de Guatemala y todos vieron que eso era bueno, pero en cuanto al volcán Chingo, decidieron tomar una parte para cada país, quedando entonces la linea divisoria atravesando justamente la mitad del imponente volcán.
Y, desde entonces nunca más, hasta la fecha presente, a vuelto a repetirse una erupción como esa. También, cuenta la leyenda que, las aguas de esa laguna son mágicas, sera porque están rodeadas por lugares como: El Cerro las Víboras, en dicho cerro, dicen que habitaban toda clase de serpientes, tambien esta El Pretil. Otros dicen que hubo lagartos y que éstos vivían justo ahí; que se encontraban tambien diferentes especies de aves, garzas de plumaje blanco, que se alimentaban de la misma laguna.
El casco del pueblo, esta rodeado de hermosas y verdes montañas, como una cordillera en miniatura y no muy lejos del parque se ubica el Tempisque, un rió bullicioso de agua cristalina, al cual iban las familias para hacerse del vital liquido, por su agua tan fresca y brillante, una traslúcida como el cristal; siguiendo a éste majestuosos río de la naturaleza, encontramos una cascada natural llamada: la Poza del Viejo y, es que sigue contando la leyenda que, ese lugar era visitado por el mismo satanás que llevaba a su corcel negro a beber agua en dicha posa, justo ahí fue hallado a un costado de la cascada, como fiel testigo de la leyenda, sobre un peñasco, se encontró en sus rocas, las más elevadas grabadas sobre la misma roca, las herraduras, usadas por el enorme caballo de color negro; si, allí quedaron las huellas, dejadas por el corcel del mismo diablo.
El arado que el suelo fecunda, es quien te da la bienvenida cuando llegas, pues, a la entrada del pueblo, una linda fuente por la cual pasa el agua que llega a los regadíos que llevan la prosperidad a los terrenos en donde se cultivan diversidad de frutas y legumbres, el pueblo cuenta con lugares hermosos y naturales, como el camino llamado Las Vegas; éste camino esta custodiado por una cadena de arboles de mangos, en ésta vereda encontraras toda las especies de mangos que puedan existir, y que tan solo te colocas a bajo de uno de ellos y el árbol te suelta las frutas y no tienes que pagarle a nadie por estos manjares que la naturaleza le a dado al pueblo de Atescatempa.
Ésta leyenda a trascendido por todo el país y es que, todos quieren llegar al pueblo, pues su mayor atractivo son las bellas mujeres de ahí. Pues en él, han nacido reinas de belleza internacionales que han representado orgullosamente a nuestro país en el extranjero.
Pero la leyenda más poderosa de ese lugar llamado Atescatempa, es la que ahora te voy a contar.

Me encontraba en uno de mis viajes por el interior del país, para ser mas exacto, camino a el occidente, justo a Panajachel. Iba tan cansado por conducir durante horas, que en el primer lugar que encontré para descansar y comer algo, me detuve, parque mi carro y me dirigí a registrarme, luego de ello, le pregunté al botones en donde podía comer y éste me llevó al restaurante del hotel, me senté  y una señorita llegó a tomar mi orden; haciendo ésto estaba, cuando un caballero de la mesa vecina se volteó y me dijo.
- ¡Permítame adivinar...! ¿Usted es de Atescatempa, Jutiapa?
Me quede asombrado y luego de algunos segundos, le respondí.
- Así es... ¿cómo lo supo...?  _ Acaso, ¿me conoce usted?
- ¡No mi amigo! Me dijo, levantándose de su mesa e indicándole a la señorita, que le llevara su comida a mi mesa.
- ¿No le importa si lo acompaño verdad?
- ¡Por supuesto...! _ ¡Siéntese por favor! le sonreí muy asombrado y luego de ello nos presentamos. Al escuchar mi apellido, me dijo.
-Ya ve, que le atiné, pues su apellido es exclusivo de Atescatempa. Yo pensé: _ Ésto debe de ser una broma, ¿de dónde, éste señor sabe tanto de mi y yo no se nada de él? El señor me observó y algo vió en mi cara que de inmediato me respondió mis dudas, sin que yo le preguntara nada.
- Su forma de hablar, sus modismos, son indiscutibles de Atescatempa, eso amigo es lo que lo delató.
- Y, además. Agregó. _ Conozco su apellido, porque un gran amigo y compañero de trabajo me llevó a ese hermoso lugar; no sin antes, advertirme lo de la Leyenda del lugar.
- ¡Me llamo Carlos Espina y soy telegrafista! _ Además, un gran amigo de su tío o papá, Wenceslao Garza. (+)
- ¡Claro, mi tío Wenches!
- Así es ¡Wenches!
- ¡Déjeme contarle, Sergio!

- Fue hace mucho, mucho tiempo, allá por los años cincuentas. _ Salimos de vacaciones, unas cortas y Wenches me dijo, que lo acompañara a su pueblo, que habia pasado mucho tiempo y quería visitar a Doña Bertha, (+) su madre y, abuela suya.  _ Yo, que en ese entonces gozaba de una buena salud y de una buena soltería; de la cual me jactaba. Le pregunté: Y, de señoritas ¿cómo esta ese pueblito?
- ¡Ni te imaginas lo bellas que son mis primas y hermanas! Respondió con su clásica sonrisa pícara. eso me bastó. Salimos de San José el Ídolo; como a eso de las tres de la madrugada y nos fuimos en mi Studebaker modelo 56; ya entrada la tarde estábamos en esa carreterita empolvada y en el primer río, nos quedamos varados. Esperamos una hora, hasta que Romilio. _ ¡Mi tío! Le interrumpí, emocionado, luego seguí escuchando con atención. _ Llegó con una yunta de bueyes y nos sacó de ese fangoso río, después de varios minutos, y de pasar por otro río, que tambien atravesaba la carretera y el cual lo pasamos con mucho cuidado para no repetir lo ya vivido; ya casi anocheciendo, llegamos al pueblo, íbamos tan cansados que solo saludamos, comimos y  nos dormimos. Al día siguiente, conocí a ese pueblito de calles con arena, tanta, que nuestros pies se hundían de tanta arena que ahí había; arena que solo habia visto en las playas del puerto de San José; cosa que me admiró pero Wenches me contó la leyenda o historia asombrosa de la erupción del volcán Chingo, luego me llevó a bañarnos al río Tempisque y a la posa del viejo. Por ultimo, a la bella Laguna de Atescatempa; estando en ese hermoso lugar, al ver aquellas aguas de color grisáceo, la laguna parecía un espejo gigantesco, rodeado de hermosas montañas. Nos tiramos en una especie de playita, bajo la sombra de unos arbolitos. Y, fué ahí donde me advirtió; que si quería seguir soltero no debería de comer ¡nunca! mojarras pescadas de la laguna, pues, cuenta la leyenda, me dijo: _ Que, el que come mojarra sacada de la mágica laguna, seguro se casa con una oriunda del pueblo.
- Yo empece a reírme, mientras que su tío me miraba seriamente, cómo yo me mataba de la risa. Pasaban los días de nuestras vacaciones y, una noche, justo antes de que dieran el apagón de las luces, lo cual indicaba que iban a desconectar el motor que proporcionaba la luz eléctrica en el pueblo y, si usted estaba a las orillas del pueblo visitando a su enamorada, de esa forma le avisaban que en cosa de 10 o 15 minutos cortaban la energía eléctrica, para que todos en el pueblo, los que andaban en la calle, se dirigieran a sus casas, pues el pueblo quedaba a oscuras por completo.
Esa noche, nos encontrábamos con Wenches y otros amigos, jugando cartas en el parque bajo los cocales. _¿Que no se cómo fueron a crecer allí? _ ¡Cómo dándole un toque de playa, más adoc, debido a la arena de sus calles.
- ¡Yo me voy! Dijeron unos, pues el apagón avisa que el pueblo se quedara a oscuras.
Nos dijo Wenches: _ ¡Tranquilos muchá, que hay luna llena y no importa que apaguen la luz! Y, asi fue amigo, esa noche fue inolvidable, el parque quedó iluminado de una forma tan exquisita que jugamos a las cartas y bebimos cerveza por varias horas, casi hasta la madrugada. Esa fué, una mágica noche que nunca mas he vuelto a vivir en ninguna parte de mi querida  Guatemala y, ¡vaya si la he recorrido!
- Bueno, al día siguiente nos invitaron unos primos de sus tíos y fuimos a comer, a almorzar; en ese lugar estaban las más bellas mujeres que mis ojos jamas hallan visto, hasta la fecha mi amigo Sergio. - Habían: Contreras, Valladares, Sagastume, Orellana, Morán, Pimentel y por supuesto Garza, y de otros apellidos de familias que ahora no recuerdo, que no por ello dejaban de ser bellísimas
- refiriéndose a los apellidos de las señoritas y de las familias del pueblo -
- ¿Qué es lo que huele tan rico? Pregunte.
- ¡Hoy, tomaremos caldo de mariscos! Me respondieron..
- ¡¡ Y, Mojaras de la laguna!! Dijo otra niña, toda emocionada, por el otro lado.
-  Aun recuerdo, cuando Wenches me vió a los ojos, como advirtiéndome. Por un momento quedé pensativo, justo estaba yo encimado en mi pensamiento, cuando una hermosa señorita me dice.
- ¡Su mojarra don Carlos! Viéndole esos ojazos de color verdes y luego, los ojos de Wenches. Me dije.
 - ¡Babosadas, esos son cuentos de éste! _ Y, como usted conoce a su tío, aquel era un chingonazo, procedi a tomarme a aquel delicioso caldo, acompañado de una mi cerveza bien fría, el sudor me corría por mis sienes. Entonces... Colocaron frente a mi, una deliciosa mojarra, era enorme, que no cabía en el plato; dorada al carbón; corte un trozo del pescado y cuando lo llevaba hacia mi boca la mano de Wenches tomó a mi brazo; diciéndome: _ ¿Estás seguro?, ¡recordá a la leyenda, te vas a casar con alguien de aquí!, y me preguntó; _ ¡Vas a dejar a tu amada soltería?
- ¡Ah pamplinas! ¡esas son babosadas tuyas! y, me comí la mojarra; Sergio. Y...
- ¿Y? Le pregunté.
- Pues nada Sergio, ¡que la leyenda resultó siendo cierta y me quedé con una hermosa mujer de Atescatempa! ¡es mi compañera hasta la fecha!, ¡mi amada esposa!
- Pero ¿sabe algo Sergio?, ¡no me arrepiento!
- Es por eso que al escucharlo hablar, supe que era de Atescatempa.

Y, eso que yo no nací en ese hermoso pueblo, pero desde niño, siempre estuve conviviendo con mi familia del pueblo, que algo se me tenía que pegar de allá.

...Ese pueblito, en donde cuando te saludan te dicen: ¡salud..! ¡salud pue!, ese lugar en donde para semana santa, todo el pueblo se reúne en el parque a escuchar leer la herencia de Judas - chismes de los residentes en el pueblo - Ese lugar donde las direcciones son; por ejemplo: Si vas de la capital buscando el pueblo, te vas en una Giralda, te bajas en la casa de doña Angelita (+) ya llegaste a San Cristóbal Frontera; ahí, cruzas a la izquierda, te montas a una bestia o pedís jalón o te esperas por otra camioneta, pasas en frente de la finca de los Orellana, en el primer puente esta la finca de  don Salvador (+) al llegar al pueblo, te vas a la calle de doña Tulvia (+) o de Romeo Garza (+), de Romilio Garza, de don Meme Sagastume (+), de don Laudelino Sagastume (+), de doña Silvia Garza (+) y asi.
Así eran las direcciones del pueblo, la casa de doña Simonita (+), la de las Dubón,  etc.
Ése es el mágico pueblo de Atescatempa y de sus leyendas. Leyendas para unos y para otros realidades.

En las vueltas de la laguna, se encontraron unos turistas europeos con un campesino que se acompañaba de una mula cargada con leña y de su acompañante un perro huesudo.
Le hicieron la parada y le preguntaron, con tono engringado.
- Perdone señor, ¿éste es el camino correcto para Atescatempa?
- ¡Si jóvenes!
-  ¿Ya estamos llegando a la casa de doña Angelita?, pues, ahí, nos indicaron que tenemos que cruzar para la izquierda.
El campesino, se quitó el sombrero y con cara de asombro. Mientras que los gringos seguían.
- Debemos pasar por la finca de los Orellana y de don Salvador, por un puente; luego otro, de ahí en adelante, buscamos el arado que esta en la entrada del pueblo, para luego llegar al parque que se encuentra entre don Laudelino y las Salazares.
Le indicaban los extranjeros al campesino, quien seguramente ahora, él ignoraba como fué hace muchos años, tanto el pueblo, como las direcciones y tambien los primeros que habitaron el lugar.
El campesino, seguía sin entender esas direcciones; que al rato les respondió.
- ¿Si? ¡sigan por ahí y van a llegar al San Cristóbal Frontera, de ahí esta cerquita Atescatempa!
- ¡¡Thanks Sir!!
El señor pensó.
- ¡Gringos atarantados! Tomó la reata de su bestia y se encamino a su rancho, mientras que el perro huesudo se quedo viendo a los mochileros.
- ¡Apurate vos Tarzán! Y, el perro siguió a su amo...

... Como me lo relató mi madre, siendo aún un niño; hoy te lo cuento... Cierto o no, para los que somos de ahí, esa... ¡Es la pura verdad!












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