martes, 20 de febrero de 2018

El Doctor


un hombre conducía su Chevy 64 por la autopista con rumbo al sur oriente, hacía mucho calor y el aire acondicionado no le funcionaba a su auto, sin embargo no pensaba detenerse pues, hacía varias semanas de haber dejado su anterior lugar, su hogar y trabajo, por entre las arrugas de su frente le recorrían las gotas de sudor, estas al llegar al termino de su frente caían por los costados de sus mejías, de sus axilas tal cual un grifo con el empaque en mal estado soltaba gotas de sudor, el pañuelo blanco ya lo llevaba empapado de tanto limpiar el sudor que por ratos le inhibía la visión, el conductor del auto negro conducía a gran velocidad seguramente por la desesperación del sofocante calor, la ondulada naturaleza hacia que la carretera tuviera muchas curvas y pocas rectas además por donde ahora viajaba todo era subida y justo enfrente a su windshield el condenado sol, el cual estaba encendido a su máxima expresión, pues el reloj con humedad en su vidrio consecuencia del sudor marcaba medio día, los vidrios hasta abajo y las aletas de los vidrios delanteros orientados hacia él, pero el aíre que entraba era un turbo de vientos tan calientes como los de adentro, ni una sola sombra que le diera un poco de aliento y detenerse por unos instantes para refrescarse, aquel año había sido de una extremada sequía, el motor del auto rugía potente pero ya el calor y el tiempo conduciendo se hacía ver en el indicador de la temperatura que estaba llegando a la zona roja, esto no le importó, sabía que su auto era uno de lujo y que el motor estaba muy bien cuidado que para la próxima bajada seguro se enfriaría, pero al termino de un par de millas de su capó empezó a salir una buena cantidad de humo blanco y se escuchó el sonido de una máquina de vapor, observó el indicador de temperatura y este al máximo,

_ ¡Demonios!

Exclamo y detuvo el auto para que se enfriara y encontrar agua para el radiador, el lugar era uno apartado, justo en medio de la nada, ni señales de que alguien pasara por aquel lugar, vio por donde llegó y lo que vio fue al calor subir del pavimento, luego vio al lado contrario y lo mismo solo que para este lado era una prolongada pendiente. Parado al lado se auto, el cual aun expedía humo por el motor, se limpiaba el rostro sudado, de los sobacos de su camisa las manchas oscuras del sudor, el cual ya hedía, sus pocos pelos en la cabeza pegados al cuero cabelludo. No había esperanza alguna de recibir ayuda, luego de un rato bajo el inclemente y poderoso sol que estaba justo encima de él, abrió la cajuela con la esperanza de llevar un bote con el sagrado líquido, par su suerte llevaba algo de agua, tomó el bote con el liquido que necesitaba su nave y caminó hasta donde estaba el radiador, del cual aun salía humo, hizo una revisión visual para ver si no se había roto alguna de las mangueras pero no, todo en orden solo la falta de agua. Hizo contacto preventivo con el radiador y este estaba que quemaba, nada que hacer más que esperar, se acomodó en algún lugar, al fin de cuentas donde lo hiciera era lo mismo, así que mejor después de unos pocos minutos se puso de pie y decidió caminar siempre son dirección hacia donde se dirigía, esto para dar tiempo a que el motor y radiador se enfriaran y con la esperanza de encontrar algo o alguien que le auxiliara, se había adelantado ya varios metros y hubo algo que le llamó la atención, se dirigió hasta lo que llamó su atención y entre la vegetación una muy poca se encontraba un letrero que casi ya no se lograba leer su enunciado, sacó sus espejuelos los limpio, más bien los empañó y luego se los colocó se alejó un tanto de la tabla que anunciaba algo y creyó leer.

_ Atescatempa a 5 millas.

Luego de leer el letrero, el cual indicaba que a cierta distancia, había un poblado, era algo seguro pues, quien sabe a que distancia podría encontrar otra ciudad más adelante y con las condiciones de su auto, lo prudente era que al estar en condiciones ir al pueblo de Atescatempa, buscar información, hacerse de agua y descansar para continuar su viaje al día después. Espero como una hora o algo más, cuando pudo tocar el radiador sin quemarse lo abrió y le entregó toda el agua que tenía, cerro el capó y luego la cajuela, entró en su auto movió la llave hasta accesorios y observó el lugar del indicador de la temperatura, este le dijo que el auto estaba frío, dispuesto para continuar su camino. Procedió a arrancarlo y este rugió de nuevo, como si nada sucedió, antes de dar marcha pensó.

_ ¿Me arriesgo y sigo mi camino o voy a este lugar llamado Atescatempa?

Después de varios segundos decidiendo, se encaminó y al encontrar el polvoriento camino que conducía hacia el pueblo abruptamente giró y se dirigió hacia Atescatempa.


Continuará...

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