miércoles, 28 de marzo de 2018

Pequeña amante (las canciones de mi vida)


Ella aprovechaba la oscuridad del cuarto y la noche mientras él dormía plácidamente después de una faena de pasión y a hurtadillas y con una mochila a la espalda intentaba escapar del que por un par de años fuera su hogar. Ella en algún momento amó a quien estaba dormido o eso creyó, pero la diferencia de edades era y será siempre un impedimento muy enorme para que estas relaciones funcionen. 
Ella con tan solo dieciséis años ahora estaba enamorada de un chico de diecinueve, mientras el que aun dormía sin percatarse de lo que acontecía tendría ahora unos cuarenta, seguía siendo un hombre atractivo y con una posición económica mucho más atractiva, pero en el corazón de una adolescente no gobiernan estas cosas y para ella, aquella inusual relación había llegado a su fin, y ahora aprovechaba el descanso que el cuerpo de quien fue su amante le exigía después de hacer el amor para largarse sin que este se diera cuenta y así, no dar explicaciones, no hacer daño a quien le cumplió hasta el más mínimo de sus caprichos, unos que al principio le ataban junto con un poco de lo que ella creyó fue amor, y hasta hace unos tres meses todavía lo creía, pero conoció al que ahora la esperaba por la calle con su motocicleta sobando sus manos por el frío de esa noche.

Mientras ella intentaba guardar el máximo silencio no pudo evitar debido al nerviosismo que al abrir la puerta se le cayera su celular, ella lo cogió rápidamente, pero el sueño de alguien que ronda una edad madura ya no es tan fiel como el de un joven y este se despertó y al abrir los ojos, observó una silueta que la formaban los rayos de luz lunar, él supo de inmediato lo que sucedía, solamente sintió que su corazón se le detenía, la dulce historia de amor para él, ahora llegaba a su final, un final que él ya esperaba hacía mucho...

_Pequeña mía, mi pequeña amante, ya sé lo que sucede, deja de huirme la mirada, ya sé que estás enamorada y que ante mí te sientes mala, yo ya esperaba desde hace mucho este momento, no digas nada, ni un lo siento, no te preocupes de nada ni sientas culpa de nada, que no haré ni un reproche, déjame solo con esta fría noche, coge tus cosas y adelante... Sabes, antes de que te vayas no puedo mentirte y decir que solo fuiste una aventura, una ave pasajera y que no has calado aquí en mi mente y aquí en mi enamorado corazón... Mi pequeña niña, mi pequeña amante, solo tienes dieciséis años y son tan pocos, que yo debí volverme un loco creyendo que lograría que un día me amarías como yo te amo, yo sabía que esta relación un día terminaría por cansarte y que tarde que temprano esto sucedería, yo te he observado últimamente y he notado que desde que conociste aquel muchacho todo cambió, nada volvió a ser lo mismo. Te prometo que un día lograré cerrar esta herida si es que te olvido, y si lo hago será lentamente.

La chica seguía parada bajo el marco de la puerta sin decir absolutamente nada, ella se sentía culpable, por abandonar a quien la amaba tanto, a quien le entregó además de su corazón todo lo que se le antojaba, pero su amor tal vez no era tan grande como el que este hombre destrozado que yacía aun sobre la cama le tenía, no era suficiente como para detenerla y no irse con quien afuera ansioso y preocupado la esperaba...  Este sacaba conjeturas.

_¿Será qué la cogió en la jugada y el viejo ahora la esta regañando, tal vez hoy no podremos huir y tendremos que esperar otros días hasta lograr engañar al viejo? ¡Maldición!

Este, resignado a que algo malo había sucedido a lo planeado por él y la chica, cogió su casco y se lo colocó, agarró su mochila y la colocó sobre su espalda y luego se subió a su Kawasaki tt500, se abotonó su chaqueta de cuero negro y con el rostro muy triste intentó dar la patada para arrancar la moto, pero cuando estaba por hacerlo vio que de entre el enorme jardín una silueta que se desaparecía por segundos entre los pequeños árboles decorativos y entre los arbustos con formas cómicas, las que ella eligió para que el jardinero las hiciera. Sí era ella.

_¡Es ella, lo logró!

Dijo muy emocionado el chico rebelde, muy enamorado también de ella, una linda jovencita que por un corto tiempo hizo feliz al que por la ventana del segundo piso la observaba largarse con paso lento y con lágrimas en sus ojos avellanados. Mientras ella llegaba hasta el enorme portón de enfrente, el cual mientras ella se acercaba empezó a abrirse ante ella. 
Justo en el lugar del portón ella se detuvo, sabía que quien la observaba había abierto la puerta de la jaula de oro para dejar volar al pajarillo. 
Ella al detenerse miró hasta la ventana del lugar en donde durmió y acompañó al dueño de tan linda casa, no podía negar que a su manera fue feliz, pero para ella ahora la felicidad estaba sentado sobre una moto. En la enorme casa quedaban un Mercedes Benz, un BMW y un Jaguar y muchos lujos que jamás volverá a tener. 

Ella lo vio y vio la silueta del hombre que le entregaba con todo su dolor y amor la libertad, al verlo solamente levantó su mano para despedirse, pero el que la veía desde la ventana cerró las cortinas y desapareció de la ventana. 
Ella avanzó y al abandonar la enorme propiedad el portón inició el recorrido para cerrar la jaula que le entregaba su libertad, con esto se cerraba un capítulo en la vida de ambos, de la pequeña amante y el loco cuarentón que llegó a amarla esperando un día ella también lo hiciera.

_Hola mi amor, creí que te había atrapado escapando.
_Lo hizo, pero no me dijo nada, al contrario, no hubo ni un reproche, me dijo coge tus cosas, déjame solo con la noche y adelante. Además me dijo que me amaba. Abrázame o me arrepiento y me regreso.

El chico la abrazó y al hacerlo sintió su corazón latir fuertemente, en ella no había la alegría que si la había en él, pero comprendió que esto era lógico, además de un poco incomodo y que ella de alguna manera guardaba algo por él, si bien no era amor, pero si un poco de cariño para el viejo. 

Ella subió en la parte de atrás de la moto, esté dio la patada y el motor arrancó, este sonido fue una puñalada para quien a escondidas y por detrás de la lujosa cortina aún observaba, guardando una vaga esperanza de que se arrepintiera y volviera. Ella abrazó al chico por la cintura y este hizo el cambió con le pie, luego lentamente fue soltando el embrague y una vez la máquina en movimiento este aceleró y de ellos solo el sonido del motor de la tt500 se escuchó, la moto rugía por el pavimento humedecido por frío de la noche.

Y así, se terminó una historia y dio inicio otra, pero esta tal vez si era de amor verdadero.



Inspirado en la canción: Pequeña Amante de Braulio Antonio García Bautista.
Historia de: Braulio y S. Raga



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