viernes, 22 de septiembre de 2017

El Pantalón


Cuando estas entrando a la adolescencia, edad difícil, con traumas y otras tantas presencias de tipo psicológico que son las que nos afectan, sin dejar de lado las hormonales, el deseo de ser aceptado, también es importante. Las modas también juegan un papel muy importantes, pues de ellas depende como te verán en el futuro, lo digo pues, porque cuando vemos una fotografía de aquella época, no podemos evitar burlarnos de nosotros mismos, además, es importante estar adentro de la moda, porque de ella depende que nos vean lindos o que simplemente pasemos desapercibidos, ignorados y lo peor, que seamos bullyinguiados. 
Esta historia se centra en una experiencia tal cual, y lo recuerdo hoy.

Era el mes de diciembre, la época más hermosa del año, bueno para mí lo fue, hoy día ya no tienen la misma emoción de aquellos dorados días, y no lo digo por el recibir regalos, no, lo digo porque era una temporada para aprovecharla al máximo, con los amigos y encontrar la anhelada pareja para esa época fría.

_ Mire doña Blanky, ¿por qué habrá tanta gente con es marchante? Dijo doña Leja.
_ Vamos y miremos. Respondió mi madre.

Se acercaron al local del marchante, uno que no había estado antes en ese lugar, al parecer llegó ese día previo a las fiestas a ofrecer su producto, por eso era el alboroto, pues tenía cosas muy buenas, entre ellas; ropa de moda, lo más reciente. Mi madre se abrió paso y a su lado su amiga y vecina doña Leja. Al estar enfrente observaron todas las maravillas que el vendedor tenía para ofrecer, las personas compraban desesperadas pues, no deseaban perderse nada de lo novedoso. Mi madre pensó, seguramente; con ese pantalón quedaré bien con mi hijo y entones empezó la negociación, para esto mi madre era una experta, una dura en el estira y encoge, entre vendedor y comprador, al final mi madre compró el pantalón, bajo la consigna de que si no me quedaba podría cambiarlo o le devolverían el dinero.
Una vez realizada la compra, siguieron con el mercado y luego ya de regreso a casa.

_ ¡Hijo...! ¡Sergio...! ¿dónde se metió este muchacho? ¿Alguien vio a Sergio? Dijo mi madre apresurada pues, el mercader solo estaría hasta cierta hora y una vez pasada esa hora, pues nada que hacer.
_ Creo que salió madre. Seguro lo encontrás encaramado en el Árbol de Don Mario. Dijo la encantadora de mi hermana, con una sonrisa maquiavélica en sus labios.
_ Pues me lo vas a buscar ahora mismo. Dijo mi madre, algo que le borró la sonrisa a la señorita. 

Salió de nuestro hogar y se dirigió en mi búsqueda, pero no tuvo que caminar mucho pues, ya regresaba, todo insolado.

_ ¡Oye atarantado, mi mamá te necesita! Me gritó.
_ Ya voy, no ves. Dije con la hueva a flor de piel.

Luego de unos interminables y arrastrados pasos, entré al oasis de mi hogar, pues, a pesar de ser una época fría, el sol era inclemente y eso era lo rico de la temporada, el sol que hervía en las alturas y por abajo, sobre la tierra, aquel tiritante frío.

_ Aquí esta madre, ya llegó el señorito. Dijo mi hermana.
_ Dile que venga al cuarto. Ordenó la jefa.
_ ¿Ya oíste vago? La jefa te espera en el cuarto.

Acudí con el mismo ritmo que me trajo de vuelta al sacrosanto hogar, por fin llegué y al entrar al cuarto, vi sobre la cama un pantalón extendido, al verlo sentí que a mi cuerpo lo recorrió una corriente eléctrica que acababa con mi joven existencia, mientras que mi madre, con una hermosa y satisfactoria sonrisa sobre su rostro, como quien te esta mostrando el regalo prometido y perfecto; para que me entiendan, un BMW último modelo; algo como eso. 
Pero para mí, lo que estaba enfrente no era más que una carcacha, una chatarra horrible. 

_ ¿Sí madre? Pregunté ingenuo y esperando no escuchar lo que ella dijo.
_ Tu estreno para navidad, ¿no está lindo? dijo quien me lo vendió que es el último grito de la moda, a mí me gustó tanto que no lo pensé dos veces y te lo compré. Probátelo, porque si no te queda lo vamos a cambiar. Pero date prisa porque se va a ir el señor.

Aquellas palabras fueron para mí, como escuchar de un juez: Lo condeno a condena perpetua a pan y agua. Para mi gusto, aquel pantalón era lo más ridículo que mis ojos habían visto, no era posible que esa cosa tan espantosa fuera el último grito de la moda, seguro fue un ardid del vendedor para engañara a mi madre, además, qué podría saber mi señora madre de la moda moderna. Así que trague saliva, por mi garganta pasó la más amarga hiel, la cicuta de Sócrates, el rostro se me encendió, sentí cuando la sangre corría apresurada para mi cabeza. Pero ni modo que desilusionar a mi madre quien aún tenía la felicidad en su rostro. Cogí el pantalón, lo puse al lado, me senté y me extraje el tradicional pantalón que llevaba puesto, uno que se lavaba y a colocármelo de nuevo. Mientras lo hacía, mi madre me veía con la ilusión de verme con él; yo por mi lado, rogaba a Dios que el condenado y ridículo pantalón me quedara grande o chico, corto, muy corto, algo que me evitar la vergüenza de estrenar para el 24 esa porquería. Metí la primera manga y entró muy bien, luego la otra y también, procedí a subirlo y este se deslizó como mermelada o mantequilla sobre pan, mi hermana veía y lo hacía con envidia aunque lo disimulaba a la perfección; el largo era perfecto, no había que hacerle ruedo ni nada, me subí el zippers y este, perfecto, luego lo abotoné y tal parecía que aquella prenda fue diseñada para mí.

_ ¡Te quedó perfecto!¿No se ve precioso? Dijo una madre orgullosa, algo a lo que mi hermana no respondió.

Mi madre se acercó a mí para terminar de tallarlo, además estaba pensando en vos alta con que camisa se me vería perfecto, mi corazón latía a más de mil revoluciones, en mi mente me visualizaba siendo el completo ridículo y la burla de todos en el vecindario, la ilusión de que aquella navidad fuera inolvidable (y sí que lo fue) estaba pasando a ser la peor de mi existencia (y sí que lo fue). Mientras, mi hermana sudaba la envidia, pero yo no lo veía pues, ella sabía disimularlo muy bien. 
Entonces sucedió lo inesperado para mi madre, hermana y para mí.

_ ¡¡Ni loco usaré esta porquería, no haré el ridículo, es un pantalón de payaso!! 

Mi madre al escucharme quedó en shock y a mi hermana se le iluminaron los ojos, eso si lo vi, luego sin que mi madre se diera cuenta, ella se reía, yo tenía razón, el bullying había dado inicio. Ni loco, ni por nada del mundo me pondría aquella horrenda prenda, esa prenda era un insulto a mi masculinidad. 
Recuerdo como mi madre se fue poniendo colorada, ahora a ella se le llenaba la cabeza de sangre, una muy colorada y esa no era buena señal, pues así de colorada, también era de caliente, mi hermana no desaprovecharía la oportunidad que se le estaba presentando, una que no volvería a suceder jamás, era su mejor regalo de navidad, era el diciembre perfecto, la navidad perfecta.

_ Mira hijo %$#" (iba a escribir: Hijo de cien mil putas. Pero no lo haré por respeto).Te lo pones, porque te lo pones, mis ahorros me han costado y además esta de moda.
_ ¡¡NO!! Primero muerto que ponerme esta porquería.
_¡¡Síiiii! Grito mi hermana. _Pide la muerte, dásela madre.

Mi respuesta desató mi tercera guerra mundial, mi madre era muy buena y linda, pero cuando le picaban la cresta, era como agitar el capote colorado al toro y tomó lo primero que mi hermana le acercó y me azotó con él, no sé si por la desilusión o por la cólera de mi abusiva respuesta o una combinación de las anteriores, claro, además del coro de mi hermana: _¡Dale, dale! Como si yo fuere una piñata. 
Bueno, al final de aquella desigual guerra, quedé postrado sobre mi cama, muy vergueado, mi madre esta vez se le pasó la mano, que hasta me dejo marcada la espalda, como si yo fuere un esclavo que se envalentonó y se le enfrentó al amo, recuerdo que hasta fiebre me dio; mi hermana si que lo disfrutó, pero mi madre una vez pasado el bombardeo se sintió muy mal y me consolaba, en ese instante de cólera mutua, no nos dimos cuenta de que mi hermana le dio a mi madre un cincho o unos tirantes que tenían partes metálicas entre sus elásticos, eso si que me hizo mucho daño; condenada de mi hermana, quien también se sintió una porquería después, pues su preocupación era evidente; al final de cuentas, éramos y somos hermanos.

Hasta el día de hoy, no puedo olvidar y perdonar la cólera de mi madre, ese día se excedió.

_ Bueno, si no te gusta, está bien. Dijo una comprensiva y desilusionada madre.
_ Me lo pondré, aunque sea el hazme reír de mis amigos. Dije.
_ No, de ninguna manera, se lo regalaré a tu primo Randall(+) y esta navidad no habrá regalos para ti. 

Se levantó de mi lado con el bendito pantalón entre sus brazos y salió de la casa con rumbo hacia la de mi tío Wenches(+) para entregarle su regalo de navidad a mi primo. Yo, me sentí bien, por lo menos no sería la burla de mis amigos esa navidad, además tenía mi pantalón, solo era de lavarlo un día antes y con él era más que suficiente. Mi hermana me acarició la cabeza, como un arrepentimiento, al ver lo que había provocado y salió del cuarto; luego me dormí.

A la semana siguiente; un día miércoles, era 24 de diciembre y todos eran vueltas y más vueltas adentro de las casas, como afuera de ellas, los cohetes se empezaban a escuchar a eso de las tres de la tarde, algunos ya con sus estrenos, yo tenía sobre mi cama el pantalón de siempre, lavado y planchado para esa noche por mi cuenta, mientras me cambiaba para la noche, mi primera noche que ya no sería un niño, era un culicagado adolescente con nuevas expectativas apara aquella navidad. Me rasuré los únicos tres pelos que tenía de barba, acaricié la pelusa que tenía de bigote, peine mil veces mi cabellera intentando quedar igual al póster del ídolo del momento, era la primera navidad que no estrenaría nada, solo según yo, mi hombría, esa noche conquistaría a una como mínimo, algo que no pudo haber pasado si me hubiera puesto el ridículo pantalón de rayas verticales, de colores pastel, bien combinados, para mí ese pantalón era como si lo hubieran hecho de la tela de un colchón viejo (¿recuerdan esos colchones de rayas?, así era el pantalón). 

Mis hermanos mayores, ya se encontraban bien catrines para las fiestas, una vez terminada la cena de media noche. 

La noche avanzaba y yo me encontraba con uno de mis hermanos mayores, quemando cohetes en el jardín, de pronto apareció mi primo Rollmy, hermano de Randall, junto a él, otros amigos, estos llegaron con la novedad de que el niño rico de la cuadra andaba con un estreno que lo traía rodeado de las chicas del vecindario, este venía como si fuere actor de cine, un Redford o un Travolta o un Brad Pitt, entonces apareció en escena el Fer, mi hermano al verlo dijo.


_ A cabrón, ese pantalón era el que me quería estrenar, pero no encontré y los únicos que habían estaban en las boutiques más caras del país, que envidia. 

Eso dijo mi hermano y si él decía eso, era porque era una realidad, yo quedé todo mula luego de escuchar a mi hermano.

_¿Verdad que esta calidad?, Randall tiene uno igual, mi tía se lo regaló. Fue una lástima que a él le quedó, pues a mí no me entró. 

Mi hermano se sorprendió y se entró molesto o intrigado.

_ Madre, ¿por qué no me compraste un pantalón de rayas como el que le compraste a Randall? son el último grito de la moda esta navidad.

Esa fue la peor navidad, sin estreno, bien vergueado, sin chica a mi lado, pues ellas estaban con quien estaba a la moda y esta moda, este grito de la última moda, solo lo cargaban: Randall y Fer.



Tomado del libro: "Historias de un Adolescente Tímido 3" Por: Sergio Raga


SergioRaga 22.09.17



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