martes, 31 de octubre de 2017

Ella


Ella pasó a mi lado como casi a diario lo hacía, pero esta vez algo extraño la acompañaba, no era la chica de siempre, yo como cada día la vi acercarse hasta mí, le saludé, con el mismo afecto de cada día que por casualidad nos encontrábamos, pero ella paso por mi lado y me ignoró, no escuchó mi saludo o si lo hizo, lo ignoró, en cualquiera de los casos eso para mí fue extraño; lo que si puedo asegurar es que, sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo, su cercanía cuando pasó me erizó el alma, me voltee y la vi caminar, mi ceño fruncido por la duda pues, siempre se caracterizó por ser una chica alegre y educada, con una carita angelical, sus ojos de un especial verde, su cara rosada debido a lo blanco de su tez, su cabellera lacia y rubia, pero al natural, caida libre hasta sus hombros o un poco más abajo, de complexión llenita, pero con un ángel que rara vez se encuentra en una niña de apenas dieciséis años, mientras, yo seguía parado con aquella rara sensación viendo como se alejaba cada vez más y más de mí, mientras avanzaba pude observar que a nadie saludó, parecía que era un cuerpo sin nada por dentro, yo tuve un presentimiento que me entristeció y mucho. Entonces una voz fue la que me hizo regresar de mi letargo existencial.  

_¿Qué haces ahí parado como fuera de ti? Dijo mi esposa, quien salía con rumbo a la tienda de la esquina, ella pensó que yo ya estaría a cuadras de donde aún me encontraba.
_Ah, nada, solo tenía un pensamiento que me asusta, más bien un raro presentimiento.
_¿Y eso, de qué me hablas?
_Creo que hoy ella morirá. Dije sin siquiera pensar en las palabras que de mis labios salían, había hablado un pensamiento en voz alta.
_¿De quién hablas, no veo a nadie aquí?
_¿Qué, de qué hablas tú, no te entiendo? Dije asombrado y aún aletargado.
_¿Sabes algo? Mejor ve a trabajar que se te hace tarde.

Besé a mi esposa y me encaminé hacia mi auto, mientras conduje con rumbo hacía mi tienda, no podía dejar de pensar en ella, mil preguntas llegaban a mi mente; por qué de su actitud, por qué de la mía, por qué de mi pensamiento de que ella moriría, por qué aquella rara sensación en mi cuerpo y con mayor intensidad en mi alma cuando ella a mi lado pasó, estas y muchas otras interrogantes fueron mis compañeras durante mi trayecto hasta mi negocio. Bajé del auto y seguía con mi perturbadora sensación, veía a la chica de muchas maneras que no eran propias de ella y menos para su corta edad, pero hoy día, no es raro toparse con más de una que si encajaría con aquella descripción; pero esta era una excepción, por provenir de una familia respetuosa, religiosa, de buenas costumbres, en pocas palabras; una niña de una familia ejemplar. Aún con mi estado de ánimo por los suelos me encontré metiendo la llave en uno de lo candados que protegían la persiana de mi negocio, aquello que hacía a diario, hoy lo hacía autómatamente, sin ver lo que hacía, cuando sentí me encontraba empujando la persiana y esta se enrollaba quedando en su lugar, procedí a quitar llave en la puerta de vidrio de mi negocio y entré pero nunca me di cuenta de lo que hice, parecía que mi cuerpo era uno y yo era otro. Me dirigí hasta el lugar de la registradora para iniciar el corte de caja, conté billete y billete, moneda y moneda y una vez hecho, apunté en el libro de diario lo que había en efectivo en caja, pero aún no me daba cuenta de lo que hacía, seguí con la rutina diaria, me acomodé en el lugar de siempre a la espera de los clientes que con seguridad me visitarían el día de hoy, abrí mi libro en la página donde lo había dejado el día anterior y procedí a leer, pero no podía concentrarme en la lectura, pasaba las hojas pero no recuerdo haber leído nada, le perdía el hilo a mi lectura y eso que era un libro ansiado por mi para leerlo y saber su desenlace, pero no podía, algo me lo impedía, cerré el libro y caminé hacía la vitrina, para ver el movimiento en el comercial, parecía que sería un excelente día, pues el movimiento se presenciaba, pero no me emocionó como otras veces. Ahí me encontraba observando a las personas que llegaban al centro comercial cuando mi celular sonó, se trataba de mi nuevo timbrado, uno que me emocionaba escuchar; el tema de la serie de televisión: El Santo. Cada que lo escuchaba me sentía como si fuera el personaje de dicha serie sesentera, pero para esta vez no me causó ninguna sensación, no vi la pantalla para saber quien me llamaba simplemente respondí.

_Aló.
_Mi amor, algo lamentable a sucedido, por favor te lo tomas con calma.
_Habla mujer que ya me estas poniendo nervioso.
_Es que no sé como decirlo.
_Dilo ya y punto, que ya estoy intranquilo, me has puesto nervioso. ¿Le pasó algo a alguno de los muchachos?
_No, quédate tranquilo, no pasó nada con alguien de la familia.
_¿Entonces?, ya dime que es eso lamentable.
_Es que aún no me lo puedo creer, es algo que me tiene muy dolida y confundida.
_Pero habla ya. Le grité a mi esposa pues, ya era mucho lo que se tardaba para dar esa extraña y lamentable noticia.
_Es que la mataron...
_¿A quién mataron mujer? 
_Era solo una niña, maldita delincuencia, esto es intolerable. Dijo mi esposa entre sollozos.
_Por favor, di, ¿a quien mataron?
_A la Canchita.

Yo quedé mudo, retiré sin querer y sin darme cuenta mi celular de mi oído, estaba estupefacto, incrédulo, me dolía en el alma aquella noticia y no por lo malo de la noticia, ni por quien era la victima, sino porque yo lo predije, porque yo lo presentí, porque lo sentí cuando a mi lado ella pasó, seguro que ya con ella la acompañaba el ángel de la muerte.




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