martes, 22 de enero de 2019

Regreso a casa (Crónica de un asalto)


Uno de ellos me encañonaba, su arma fría como la misma muerte se hundía por ratos con fuerza en mi abdomen, este, quien me amenazaba con su pistola me veía de una manera retadora, su mirada fría indicaba que ya había matado a más de uno, mientras nuestras miradas se cruzaban y el nervio estaba a flor de piel el otro, quien seguía sobre su motocicleta recibía de mis propias manos el botín de esa tarde; el que recibía mis valores solo veía lo que yo le daba en cambio el otro me veía a los ojos sin parpadear. 

Ambos vestían de negro y lona, uno de ellos tenis de color rojo mientras que el otro un par de botas, su caras las protegía un casco negro, del cual solo se les veían los ojos y estas miradas eran aterradoras. 
Ya resignado a perder todas mis pertenencias de valor decidí ver fijamente al que más me preocupaba, el del arma, lo vi directamente a los ojos, esta vez sin temor a lo que pasara, nada me importaba pues mi vida al igual que mis valores estaban en sus manos; fueron unos segundos, eternos segundos. La calle vacía, una cosa extraña porque por lo general esta se mantenía algo transitada. 
Yo lo vi a sus ojos de igual manera que él a mí, con odio y rabia por la impotencia de no poder hacer nada, nuestras miradas seguían observándose, se decían mil cosas sin emitir una sola palabra; fue cuando escuché hablar a uno de ellos, no sabía quien habló pues no se les veía la boca, pero supe quien fue al escuchar lo que este dijo.

_Devuelve sus cosas al señor.
_¿Qué, estás loco?, este tiene un celular de última y mucha plata. ¡No lo haré!
_Devuelve sus cosas al señor ¡o te vuelo los sesos, cabrón!

Quien se negaba a devolver mis pertenencias ya no dijo nada y con odio e impotencia igual o peor que la mía hace unos segundos empezó a devolver una a una mis cosas, yo  las recibía sin entender que sucedía y sin dejar de ver a quien dio la orden, su arma ya no me hacía daño, seguía en el mismo lugar pero sin hacer presión intimidatoria; ahora parecía que yo y quien portaba el arma asaltábamos a su compañero motorizado. Me devolvió todo y dijo.

_¡Ya!

Una vez dicho esto con la rabia entre sus labios escuchamos el sonido de la alarma de una patrulla, sí estábamos copados, mi oportunidad de hacer justicia estaba a pocos metros de nosotros, eran tres enormes policías, dos de ellos se hicieron a un costado de nosotros con sus manos sobre sus armas, mientras el tercero se acercaba sigiloso y también con su mano sobre la cacha de su revolver.

_Buenas tardes señores, ¿todo está en orden?

Dijo observándome el policía, pues se evidenciaba que quien no pertenecía a esta ecuación era yo. Mientras respondí que todo estaba en orden, tomé el arma del ladrón por el cañón y este la soltó con mucho cuidado y yo con pericia la coloqué por detrás de la puerta de mi auto; el enorme policía al escuchar lo que dije les ordenó a los de la motocicleta que se bajaran de ella y se colocaran con las manos sobre mi auto y fueron requisados, al parecer yo era su primer cliente pues no les encontraron nada, el uniformado les pidió que se extrajeran los cascos de su cabeza y así lo hicieron, yo mientras ellos lo hacían me volteo para no ver sus rostros y de esto ellos se dieron cuenta, no deseaba saber quienes eran pues podrían ser algunos conocidos por lo extraño de lo sucedido, al menos el que portaba el arma y era preferible ignorar quien era este caco.

_¿Seguro todo esta bien señor? Nos llamaron indicándonos que unos motorizados, dos para ser exacto andaban asaltando por este sector.

Ahora sabía el por qué esta tarde estaba vacía la calle.

_Todo está en orden oficial. Muchas gracias.

Dije muy sereno y convincente.

_Que tengan una buena tarde y tengan cuidado de no encontrarse con esas ratas malparidas. Me disculpo por mi vocabulario pero estas personas me pican las manos por... -Y mejor ya no terminó la frase, la cual era evidente-.

Subieron a su patrulla y después de otro sonido particular de su sirena se fueron muy lentamente.

Ambos regresaron hasta donde aún estaba yo con el arma en mano, el que me regresó las cosas se subió a su moto y la arrancó, no dijo nada, mientras que el otro se acercó conmigo y sin decir nada esperó a que le devolviera su arma, lo hice, y sin dejarnos de ver a los ojos, esta vez con la mirada relajada; la colocó en su cintura, se subió a la moto y se alejaron a velocidad de donde estábamos, en le primer retorno viraron y pasaron de nuevo frente a mí. 


En ese momento sentí que el alma regresaba a mi cuerpo y este se me aguadó por completo, me senté sobre el sillón de  mi auto y lo primero que se vino a mi mente fue mi familia, mis hijos y mi amada esposa, esperé unos pocos minutos y después de eso arranqué mi automóvil y decidí ya no ir hacía donde me dirigía y retorné a mi hogar, dulce hogar. 

Mientras conducía de regreso a casa me repetía: "que se quede plantada igual ya no le volveré a hablar con ella, no vale la pena, por calenturiento por poco y me roban todo y posiblemente me pudieron matar". Me refería a una cita que tenía con un a jovencita con la cual llevaba como un mes chat en las redes sociales y que por fin se nos hizo tener una cita, un encuentro amoroso clandestino, uno que me pudo salir muy caro.

Ya en mi casa introduje la llave que habría la puerta de mi hogar y entré, lo que vi era algo hermoso, el cual no lo cambiaré jamás por nada, mis hijos haciendo sus tareas y mi esposa en la cocina haciendo los preparativos para una cena familiar, caminé hasta donde se encontraba mi esposa y mientras pasé por donde se encontraban mis hijos les besé sus cabezas con todo mi amor y al final abracé como nunca a mi esposa y la besé como la primera vez, ella me vio asombrada pues hacía mucho que esto no sucedía, yo lo disfruté como esa primera vez cuando me dijo que sí. Permanecimos abrazados por un buen rato, mis ojos que vieron el terror hace unos minutos ahora veían la belleza del hogar.



SergioRaga 22-01-19




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