Ya me amabas aún sin conocernos, aún sin habernos acariciado, únicamente habíamos hablado, solo conocíamos mi voz y yo la tuya, recuerdo que como juego te dije te enamorarás de mí y tú simplemente reiste.
El tiempo pasaba y cada vez era imposible no hablarnos un solo día y tú me confiesas que ya me querías, pero yo quería más, quería que me amaras, y me esforzaba por escuchar de ti un te amo.
Te escribía poemas de amor y te los leía, así era cada día, cada noche hasta amanecer, por fin dejaste de quererme y escuché de ti el ansiado te amo.
Cómo era posible amar a alguien que aún no conocías, sí me conocías en tus sueños más íntimos, me conocías por lo que yo te escribía, me conocías por las historias que inventamos cada tarde, historias que recreaban como sería ese día cuando por fin te conocería.
Hicimos el amor de mil maneras que solo sentíamos y en nuestra mente y corazón nacían día tras día.
Yo tenía miedo de que lo nuestro solo era costumbre, fantasía, soledad, falta de compañía, obsesión y no amor real.
Lo nuestro continuó así por más tiempo; peleábamos, nos reconciliábamos, nos enfadábamos y luego nos amábamos, qué tipo de relación es esta, amar a distancia, jugarretas del destino.
Pero un día, después de mucho tiempo y de llevar días enojados, separados, sin saber nada del otro, nos encontramos; fuimos dos venados encandilados a media carretera esperando ser atropellados; qué hacer si estamos enojados, pero el amor fue tan fuerte que rompimos el enojo y nos abrazamos.
Lo que vino después lo tenemos que imaginar. Jugarreta del destino.
SergioRaga
8/2/24
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