martes, 21 de agosto de 2018

No sabía qué era ser padre, hasta que te conocí


Yo no sabía lo que era ser padre, 
hasta que un día te conocí, 
llegaste a mi vida, la llenas de alegría, 
yo hasta ese día en que te conocí, 
creí que ser padre era hacer el amor 
y entregar mi semilla a una mujer, 
pero al verte en aquella sala de un frío hospital, 
supe lo que era ser padre. 

Ver tu carita arrugada, 
tus ojos abrirse con timidez, 
un bostezo para seguir durmiendo 
sin dejar de buscar el seno de tu madre. 
Ese día supe lo que era ser padre. 

Comprendí al mío, 
escuché en mi mente sus consejos,
¿era tarde?, tal vez, 
pero no para empezar a ser otro más del montón, eso no, 
no deseaba ser uno de aquellos mal llamados padres 
que engendran y huyen con el horror en el rostro, 
sin darse la oportunidad de conocer 
al que ahora es su prolongación, 
su generación, su identidad para largo plazo. 

Pero no es solo llevar en ti mis genes, mi adn, 
esto no es ser padre, 
ser padre lo sentí muy adentro de mi ser 
cuando te conocí.

De inmediato supe que serías mi responsabilidad, 
mi educación, mi alimento, mi sustento, 
mi seguro para la vejez, 
aunque no será tu responsabilidad, 
claro esto dependerá 
de que tan buen padre sea yo hoy.

Contigo empece mi siembra, 
lo hice en el mejor de mis terrenos, 
uno que llevo en el corazón, 
lo aboné, lo cuidé, lo regué cada día 
y al sol solo le permitía 
que los mejores rayos te acariciaran, 
¿esto sería ser padre?, tal vez no, 
pero era lo que yo en mí sentía, 
era una alegría y a la vez una agonía. 

Verte tan pequeñita, tan frágil, 
tan indefensa, tan bella, 
cómo no amarte, si eras yo en femenino, 
eras una parte de mí, 
combinación de mujer y hombre; 
como lo ordena Dios, eras una bendición, 
pues para ser padre 
solo vastó con conocerte y amarte.








Para mi hija Mischel, hoy día de su cumpleaños. 
Dios te bendiga mi amor.



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