sábado, 25 de agosto de 2018

We belong to a jungle called city


Somos un raza extraña, una extraña especie, que pertenece a una selva enorme y muy peligrosa.

Esperamos a que llegue el viernes y aunque no haya luna llena en lobos nos convertimos y salimos a la enorme selva a jugarnos la vida y es simplemente porque pertenecemos a esta selva.

Mientras la tarde languidece y aparecen las sombras de otros que al igual a mí se aventuran a salir antes de que la oscuridad se apodere de este extraño lugar que nos atrae como la luz negra a insectos que cegados y embriagados no saben que si viajan hacía ella morirán, eso seguro esta noche a más de uno le sucederá, solo espero no ser yo. 

No lo puedo evitar, me lo impiden mis padres, pero junto a mis hermanos encontramos la manera de evadir sus trampas y escapamos por las ventanas o por cualquier flanco que no este vigilado, una vez ya en la calle cada uno de nosotros caminamos con rumbos distintos y es que ese lugar es enorme y la verdad no queremos ser observados por alguien que nos vera la cara la mañana siguiente si tiene la suerte de volver, cada uno pertenece a una tribu diferente, estas se clasifican en edades y géneros y los lugares a donde cada uno llegará es uno distinto, y es que, esta enorme y salvaje selva nos ofrece mil adicciones, mil lugares, mil tentaciones, y que aunque no queramos reconocer le pertenecemos a ella.

Siento por mi piel recorrer una extraña sensación; escalofríos, calores y a veces no siento nada, los caminos son eternos, pero maravillosos, nos entregan mil colores y luces incandescentes, sonidos estridentes, mujeres que son manjares, en las esquinas nos ofrecen su carnada para una vez aceptada ser devorada a cambio de lo que hemos llevado como moneda de cambio para adquirir las tentaciones que nos atraen de ellas.

Esta selva de concreto que llaman Ciudad, y en cada parte del mundo hay una, o sea que hay miles de estas selvas y en cada una, un peligro diferente a las demás. Las más avanzadas son las más peligrosas, las que entregan más variedad de peligros, que a la vista parecen ser inofensivas pero son muy peligrosas y adictivas, somos esclavos de estas ciudades que despiertan con la oscuridad de una noche. No importa si llueve, nieva, hace frío o calor, estamos adaptados a cualquier inclemencia del clima. 

Nuestros padres ya se dieron cuenta que como siempre nos escapamos de sus hogares, de sus cuidados, de sus concejos, ellos en la intimidad de sus cuartos simplemente rezan porque regresemos sanos y salvos, sin un rasguño, sin una enfermedad, sin una adicción a nuestro seno del hogar, lo hacen con dolor, como quien paga una deuda que en el tiempo dejó, pues ellos una vez hicieron lo mismo a sus padres, pero lo que ahora sucede es que todo es diferente, hoy día las ciudades son más peligrosas, yo creo que en su momento todas tuvieron su riesgo, pero debo aceptar que ahora quien sobrevive es como un Tarzán.

En cada lugar por donde camino veo cosas increíbles, atractivas trampas que sus dueños colocaron para que atrapen a más de un  incauto, un desprevenido, nos quieren despojar de todo, desearían que volviéramos a nuestros hogares trasquilados como ovejas descarriadas que con seguridad somos, yo sigo mi andar, solo observando lo que me ofrecen a mi paso.

Sus ojos son rojos y sus sonrisas son fingidas, sus pieles son trabajadas por el mejor cirujano, no les creo lo que aparentan ser, pues todos ellos son carniceros y desean mi sangre, siento su respirar sobre mi espalda, justo en el hombro.

Unas calles atrás escuche a alguien gritar, pedir ayuda y luego escuché a las sirenas aullar, sus estelas de color rojo y azul no dejan de brillar, qué sucedería, a quién le pasaría algo tan horrible para que gritara tan desgarradoramente y a las ambulancias y patrullas hicieran convergieran en su ayuda, solo espero que hayan llegado a tiempo, para que alguna familia no llore por quien fuera que pidió auxilio. 

Todos al igual que yo seguimos indiferentes, en esta noche se mezclaran; hombres lobos, vampiros, demonios, ángeles caídos que por curiosidad vienen a hacer alguna visita, pues al igual que a mí para ellos esta ciudad tiene su encanto y estos son como los insectos que viajan a la luz y a su muerte.

Ya los veo, están a unos pasos más adelante, todos están allí, nadie sufrió un acontecimiento, seguimos completos. Me han contado que estas necesidades de salir cada noche a esta enorme urbe, con el tiempo se va alejando de nuestra piel, más jamás de nuestras mentes y que si tengo suerte, un día asumiré el rol de mis padres y ese sufrimiento es mayor al que podría sufrir hoy si mi rumbo se ve truncado por alguna maldad. Mi tribu esta completa, solo faltaba yo, la manada de lobos adolescentes se completó con mi arribo.

Ahora estoy seguro que pertenecemos a esta ciudad, estas fugas nocturnas sin imaginar sus consecuencias son necesarias para descargar la ansiedad de una larga semana, necesitamos reunirnos y aullar a la luna que nos contempla y nos ilumina con su luz, la que se opaca con las de esta selva, cada década esta luz es mucho más fuerte a la del sol, pobre luna, llegará el día en que ya nadie te contemple y solo serás una leyenda.


Nos vamos. La selva nos espera; cada quien se santigua a su manera, lo hace en silencio y sin que nadie se de cuenta, pues no sabemos con que nos encontraremos, si sobreviviremos, si saldremos y regresaremos ilesos, muchos ya  hicieron este camino y no regresaron, otros sí lo hicieron, pero no volvieron igual a como llegaron, se hicieron de una rara adicción, alcoholismo, drogadicción, incursionaron en una pandilla y ahora huyen del aullar de una patrulla que los persigue para encerrarlos o matarlos, otros pertenecen a alguna secta, una de esas raras que se alimentan de la violencia, de la sangre de victimas inocentes, carniceros, carroñeros que viven del sufrimiento ajeno.

¿A cuál perteneceré yo esta noche?, si algo es seguro, es que todos pertenecemos a esta enorme ciudad, la que nos tiene atrapados con sus engaños, con sus ofertas, con sus sueños, con sus luces y sus claroscuros, con su música, con sus drogas, sus bebidas, sus mujeres, sus hombres, sus homosexuales, cuantas barbaridades que se encuentran en cada esquina, en cada cantina, en cada discoteca, en cada bar, en cada hotel, en cada casino, en cada...

Somos seres nocturnos, somos hombres que se convierten en lobos cada noche de viernes, otros en vampiros, otros en demonios, otros son ángeles caídos, otros en cosas impensables. 

Lo único cierto y verdadero es que todos pertenecemos a esta jungla llamada ciudad.  



No hay comentarios.:

Publicar un comentario