jueves, 9 de agosto de 2018

TANGO 7


Se encontraban dos presidarios despidiéndose, uno le llegó a su condena el final, para el otro no había esperanza, solo la muerte le sacaría de su calabozo y le daría libertad, el que estaba con condena perpetua le dijo al que le llegó su libertad. 

Busca a un amigo fiel quien no sabe donde estoy y preocupado seguro por mí estará. 

Quién feliz profundo respiró cuando estuvo en libertad fuera de la prisión, recordó el encargo de su compañero de celda y antes de regresar a su amado hogar recordó la dirección que su compañero le entregó para memorizar, este como todo ex presidiario cumpliría su promesa.

Tomó la ruta que lo llevaría hasta el lugar donde vivía el mejor amigo del condenado. 

Por la calle con ansiedad buscaba la dirección, pues en este tiempo todo había cambiado, nada era igual a como él recordaba, ya se le hacía tarde y no le quedó otra que a un parroquiano que por ahí pasó detenerlo para preguntar por el amigo del que en calabozo esperanzado esperaba se cumpliera su encargo. 

Este no se detuvo, pues al verlo supo que era alguien de no fiar, este le decía. 

Por favor, solo quiero saber una dirección. 

Excusa de cualquier ladrón; pensó el parroquiano quien asustado por ser asaltado su paso apresuró, el ahora perdonado por las leyes del lugar dijo un nombre por el otro conocido, esto lo detuvo y sorprendido lo ve, y sin mediar palabra le señaló la casa. 

Este educado agradeció y para la casa se dirigió, cuando había dado un par de pasos el parroquiano le dijo. 

Amigo, pero él ya hace dos años que murió. 

Esta noticia a quien le buscaba le erizó la piel, sin conocerle se lamentó y al parroquiano mucho más tranquilo le pidió detalles del suceso, este le comentó la historia con detalles, tomando una cerveza en la esquina, y luego, de terminar su historia le preguntó quien era él, cómo lo conocía.

Yo nunca lo vi por aquí, mucho menos el finado jamás lo mencionó. 
Eso es verdad, pues yo no soy su amigo, quien lo es fue mi compañero de celda y este me recomendó que lo buscara y le dijera donde él está y si era posible que lo visitara, ya sabe en la cárcel y el hospital se demuestra la verdadera amistad. 

Ya con el calor de los tragos bebidos, dijo el parroquiano. 

Yo sé de quien me habla, él nunca fue de mi agrado, pero del finado fue casi su hermano y murió con su nombre entre sus labios. 

El que ahora gozaba de libertad le dijo gracias al parroquiano quien estaba pensativo y acongojado, no se diga mareado. 

Amigo, en qué cárcel esta cumpliendo su condena, quien quita y de pronto a pesar de que no es mi amigo, ni me agrada, por nuestro amigo leal en común yo lo visite. 
Esto se lo agradecería, pues estar encerrado y detrás de los barrotes se vive enorme soledad, que una cara conocida es una bendición. 

Uno se marchó para su hogar y así dar la sorpresa a su madrecita que sufría enferma por no poder visitar a su único hijo descarriado, como quien dice, la oveja negra de la familia, no para la madre, que todas sus ovejas son blancas como las nubes entre cielo azul. 

Al domingo siguiente el parroquiano se preparó pero a nadie le contó, su mujer se extrañó y pensó que este la empezaría a traicionar con alguna fulana, pues un solo domingo antes jamás de su casa salió y menos cuando jugaba el equipo de sus amores, le dijo. 

No te preocupes mujer que hoy saldré a visitar a un amigo mío que necesita de un poco de amistad en su soledad. 

La mujer el ceño frunció y con dudas le permitió salir, pues él no quiso dar más información. Este salió y por la tienda de la esquina algo le compró y subió al colectivo que lo condujo hasta el reclusorio. 

En la esquina gritó y solo él se bajó, caminó por el camino lleno de soledad, hizo su cola esperando no arrepentirse por lo que iba hacer. 

El siguiente. Gritó el guardia y este dio el paso y fue requisado y le decomisaron sus cosas, le dijeron... 
Esto no, esto si, pasé usted. 

Siguió por el rumbo indicado, este pasó varios lugares donde escuchó el grito: "Puerta", por fin estuvo enfrente a la celda donde estaría quien esperaba la presencia de su amigo de infancia, la que a su compañero de celda le pidió, pero la celda estaba vacía. 

Disculpe oficial y el preso numero 555, o no es esta su celda.
Así es señor, pero hoy no habrá visita para el 555. 
Y eso por qué. 
Lo siento mucho, pero su amigo o familiar ayer fue sepultado, su nuevo compañero de celda lo apuñaló, la investigación se está llevando a cabo, era su familiar, pues llevaba 30 años y nunca antes tuvo visita alguna, esta es la primera vez, que malo que no la pudo recibir, después de tanto esperar por alguien que lo viniera a visitar, siempre habló de tener mil amigos, pero de los mil es usted el primero, todos decían que era un mentiroso que solo había sido un mafioso y por eso estaba preso. 
No señor, él era muy famoso, y de todos sus amigos yo sería el 999, pero nadie sabía donde se había metido, de no ser por su compañero de celda yo no habría venido a visitarlo y seguro ya no habría domingo sin visita, pues en esta pequeña celda no cabrían sus mil amigos, yo por votación fui el primero, ahora llevaré la mala noticia para que nadie venga en balde como yo.

El parroquiano regresó a su hogar, su mujer le esperaba aun molesta, pero este le contó y ella lo comprendió, a pesar de que aquel nunca amigo suyo fue, su mujer jamás en él desconfió, por el contrario mejor lo admiró por su buen corazón. 



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