martes, 15 de mayo de 2018

Toque de queda


El frío se empezó a sentir y las nubes empezaron a oscurecer la noche llegó, pero ellas permanecieron ahí a pesar de los vientos, era la noche de un viernes, dos amigos se encontraban dando una ronda y cuando estuvieron por cierto lugar uno de ellos decidió visitar a Rosario, la chica que le robaba el sueño y mil suspiros; así que ya decidido ambos se dirigieron a con ella. El tiempo se les pasó sin que se dieran cuenta y es que Rosario era una insuperable compañía, una chica que tiene el don de hacer pasar el tiempo sin que quien este a su lado se de cuenta de esto, ya había entrado la noche y para ahora los nubarrones empezaron a dejar medio despejado el cielo, esto alarmó a Rolando quien dio un vistazo al cielo y al ver a la luna este se asustó que casi no podía hablar.

_¡Fredy... Fredy!

Repetía con angustia en su voz, fue Rosario quien preguntó que le sucedía, pues Rolando no le prestaba atención, para él solo existía Rosario.

_¿Qué te sucede Rolando, por qué estas tan asustado?

Rolando respondió como si fuere un tartamudo de nacimiento.

_La luna... la luna... miren le falta un pedazo.
_Dios mío, es mejor que se vayan, ya es tarde y están lejos de casa.

Dijo Rosarito, mientras caminaba hacía su casa sin siquiera despedirse de los chicos, cuando ella entró en su casa su padre y hermanos se encontraban colocando maderas que protegieran a su hogar, al verla entrar su padre la reprimenda muy molesto.

_¿Qué haces en la calle, no te das cuenta de la luna? Hoy hay toque de queda.
_Lo siento padre.

Dijo Chayito y corrió a su cuarto y se metió en su cama muy asustada por ella y por sus amigos que para ahora irían a medio camino, tal vez.

_Es linda Rosario ¿verdad?
Decía Fredy a Rolando, el cual no respondía observando para todos lados con el corazón a flor de piel. Mientras Fredy seguía hablando de la chica sin poner atención a lo que tenía aterrado a todo el pueblo, las calles ya estaban vacías, todos encerrados en sus casas, a excepción de algún vagabundo o más de un borracho que también le sucedió igual que a Fredy pero en su caso no era una Rosario, era una botella.

Pasaron por un lugar que estaba húmedo, muy húmedo, algo fangoso por la humedad, esto careció de importancia para Fredy, no así para Rolando quien para su mala fortuna quedo atrapado en el fango.

_Fredy no puedo seguir, ayúdame... ¡Fredy que me ayudes!

Gritó Rolando con desespero y solo así Fredy se dio cuenta de lo que le sucedía a Rolando, este regresó a por su amigo e intento ayudarle pero el fango le tenía muy agarrado sus zapato, parecía que era un pegamento muy fuerte, ambos intentaron zafar el zapato del lugar que lo atrapaba pero era casi imposible.

_Creo que tendrás que seguir descalzo, deja el maldito zapato ahí.
_Sí, sí, mejor lo dejo y seguiré descalzo, pues quiero estar en mi casa. 

Decía Fredy a Rolando desatando al condenado zapato, para cundo terminaba de desatar, hizo fuerza para sacar su pié y el zapato se removió del fango, pero parte de su suela quedó allí, seguro mientras trataron de zafarlo la suela cedió y con media suela y sin tacón siguieron su camino; habrían avanzado unos doscientos metros cuando se dejo escuchar un sonido inusual para esas fechas, ambos voltearon la vista hacia atrás, esta vez ambos sintieron el miedo recorrerlos por los huesos.

_¿Qué es eso?

Dijo un amigo al otro.

_No sé. será mejor que nos vayamos, camina.

Dijo quien apenas unos minutos antes estaba sin prestar atención al toque de queda, pero en cuestión de segundos les dio alcance un fuerte viento, este llevaba con él un frío capaz de helar a cualquier hasta los huesos, entre estos vientos hojas, polvo y basura, además un olor que causaba náuseas. Rolando no aguantó y vomitó, Fredy ayudó a su amigo, lo coge y le jala para que caminen más aprisa, el viento que les llegó les pasó y ellos vieron con horror  como este siguió adelante de ellos, por unos instantes sintieron alivio y siguen su caminar hacia sus casas, avanzaron un par de cuadras y por mucho muy adelante de ellos se escuchaba y lograba ver aún el misterioso y pestilente viento.}

_Estaré loco, pero creo haber visto entre la basura que llevaba ese hediondo viento la suela de tu zapato.
Dijo asustado Fredy a Rolando.

_¿Es cierto o solo tratas de asustarme?
_No sé, no sé, pero creo que sí.
_¡Shhhhhh!

Dijo uno al otro.

_¿Escuchas?

Ambos hicieron silencio, uno sepulcral, y al hacerlo lograron escuchar los lamentos de un desafortunado perro, quien se lamentó por unos segundos y luego de nuevo el silencio.

_Siento que alguien se acerca... ¡corre, corre amigo!
Dijo Fredy a Rolando y ambos corrieron, a sus espaldas ellos sentían una presencia maligna, una fuerza invisible, algo que parecía una mochila pesada a sus espaldas, esto les agotaba y les debilitaba las piernas, sin embargo no se detenían y seguían corriendo. Les llegó otra oleada de la hediondez que les trajo el viento que ya no se escuchaba ni se veía, aquel viento había sido como una especie de aviso de que algo peor vendría después de su paso. Y así era los chicos que se encontraban exhaustos por el peso que sentían en sus espaldas y a solo media milla para llegar a sus hogares, se escondieron, para descansar y recuperar el aliento y fuerzas, pero esto les permitió observar lo que habría matado al perro, el motivo de el toque de queda que los pobladores se habían impuesto para esas noches de luna mordida, como les decían los del pueblo. Fredy le tapó la boca a su amigo para que no emitiera ningún sonido, mientras quienes asechaban cada luna mordida al pueblo se acercaban buscando alimento. 

Eran unos entes fantasmales, translucidos, calavéricos, con porciones de carne entre sus osamentas, no eran zombis, eran seres que habían encontrado la puerta hacia este mundo del suyo, el inframundo, lugar done habían estado por una eternidad alimentándose de ellos mismos, de alimañas y de tantas porquerías que les llegaban del mundo exterior, pero ese alimento había escaseado y ahora tenían la necesidad de salir a la superficie para alimentarse de la carne, de cualquier tipo de carne, humana, animal, cualquiera sería lo que saciaría su apetito por esa noche, o esas noches de luna mordida, pero para los del pueblo, toda noche del año era toque de queda, para no poner en peligro sus vidas.

Los chicos no creían lo que veían, las nauseas se hicieron presentes en Rolando y este no pudo evitar vomitar, la mano de su amigo estaba llena de vomito al igual que su vestido, Fredy estaba prácticamente bañado en vómito.

_¡Maldición que asco!
_¡Perdón, perdón!
_Cállate idiota nos van a escuchar.

Demasiado tarde, ya los tenían rodeados, y la víctima de estos seres extraños fue Rolando, lo que a Fredy le causó desagrado y cólera, ademas de asco, lo estaba salvando por ahora.



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