sábado, 15 de septiembre de 2018

La mujer y el viento


Mujer. 
Me encontraba sentado sobre la banqueta de mi calle, 
tú pasaste frente a mí, yo te seguí con la mirada, 
para ti, sobre la banqueta nadie estuvo ahí sentado.

Mujer.
Mientras caminabas sin rumbo para mí, 
yo admiraba tu andar y eso seguro que te gustaba, 
pues de reojo veías si alguien más te veía, 
pero para tu mala suerte mujer, 
no tienes a nadie más que te mire,
nadie más que yo. 

Mujer.
Yo sonreí al ver como caminabas por la calle 
sin nadie que te mire, 
mujer tienes un cuerpo tan hermoso 
que no verte era algo imposible, 
suerte para mí, mala suerte para ti, 
no tienes a nadie más quien te mire, 
no hay nadie que te admire.

Mujer.
No había nadie que te mire, solo al que ignoraste 
muy orgullosa. 

Mujer.
Mientras seguías con ese caminar de mujer hermosa, 
mi pensamiento me traicionaba y lo que veía estaba censurado, 
pero a mí no me importó, yo te desnudaba con mi mirar libidinoso, 
cuando habías avanzado varias calles alejándote de mí 
y yo regresé a la realidad y vestida te vi, 
me levanté y te fui a buscar, pues para ahora ya deseaba poderte amar, 
el pasó apresuré, pero mi distancia siempre respeté, 
no deseaba asustar a esta mágica mujer.

Mujer. 
Tú, seguías intentando ser observada por otros, 
pero no tienes a nadie más que a mí para que te admire,
bueno para mí, malo para ti.

Mujer.
A pocos pasos delante de mí, seguías con esa manera de andar, 
mujer sensual a la que deseaba poder amar 
y yo seguía imaginando ver a la mujer desnuda frente a mí, 
y como si mis pensamientos tuvieran magia, 
una ráfaga de viento que nos llegó del sur me despertó 
y a ti la falda te levantó, a tu cabellera la alborotó.

Mujer.
Tú no sabías que hacer y el viento se concentró 
en jugar con tu falda, y a tu cabellera en alborotar, 
cubriendo tu linda cara; y empezó el baile, 
uno que jamás olvidaré, con una mano 
bajabas tu falda por delante y con la otra la sostenías por detrás, 
por los costados también me permitían mirar tu tu ropa interior, 

Mujer.
Jamás vi algo más hermoso en lencería, ni en las revistas de mi hermana, 
soltabas el frente y arreglabas tu cabellera para poder mirar, 
con la otra bajabas el lado de tu falda que lo tenías en la cintura, 
mientras lo hacías, yo lograba ver tus hermosas 
y abultadas y muy redondas nalgas, eran de una piel de porcelana 
y juro que solo con ver supe que eran duras y firmes.

Mujer.
En una de tantas vueltas porque el viento te arremetía por todos los flancos 
eso me permite ver tu vientre mujer; era algo increíble, 
un lindo monte levemente levantado, un poco abultado 
entre tus lindas y firmes piernas mujer.

Mujer. 
Yo vi una línea por donde se hunde tu prenda intima, 
yo sorprendido de observar aquel remolino 
que no te dejaba ni por un segundo tranquila, 
seguías bailando para mí, pero la realidad era 
que luchabas con esos vientos para no permitirme ver 
lo que hasta ahora ya disfrutaba y en mi mente se grababa 
para por la noche reproducirlo de nuevo y hacerte a distancia el amor. 

Mujer.
Rareza era aquel viento que del sur llegó y solo en ti atrapado quedó, 
jugando con tu falda y tu cabellera que no te permitía mirar, 
tu cuerpo escondido por tu prenda de vestir, 
uno que antes solo lo imaginé, me sorprendió al darme cuenta 
que eras más linda de lo que yo pensé e imaginé.

Mujer.
La falda de por tu cintura no podías de ahí bajar,
yo te veía sin disimular ese baile erótico para mí nada más, 
las piernas las apretabas para con las rodillas lograrla aprisionar 
y con la mano la parte de atrás, pero era tan corta 
y de tela con mucha seda, que era imposible lograr mantenerla en su lugar.

Mujer.
Tu prenda íntima con encajes a los bordes, de tela muy delgada 
que me permitía ver la separación de entre tus nalgas 
y esos vellos tan bellos.

Mujer.
Todo pasó tan rápido y sobre la enorme calle seguíamos solo tú y yo, 
al que ignoraste, deseando ser admirada por otros 
mientras caminabas por esa calle.

Mujer.
Los vientos que se unieron para jugarte aquella broma, 
eran como unos niños que se divertían, no más que yo, 
pero como todo niño, por fin se cansó de jugar con tu ropa y tu cabellera 
y como llegaron, así se fueron en busca de un nuevo juego.

Mujer.
Por fin colocaste la falda en su lugar y ahora te arreglas la cabellera, 
colocas todo en su lugar, tu rostro prendido de un color rojizo, 
te percatas de que el único que te vio y tu intimidad conoció, era yo,
al verme parado frente a ti, dejas de buscar a otro que te mire, 
por fin me ves, me sonríes y me dices adiós nada más, 
yo respondí con un te quiero que no escuchaste.

Y te alejaste de mi calle mujer, siempre deseando que alguien te admire, 
pero no hay nadie que te mire.
Me preguntó si un día volverás a por mi calle pasar.



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